La Unidad de Psoriasis del Servicio de Dermatología del Complexo Hospitalario de Pontevedra, CHOP, luce en las paredes de su área en el centro de especialidades de Mollabao varios premios.

Son cuatro años seguidos acumulando galardones. El último le fue entregado hace unos días: a la mejor unidad en el tratamiento de la enfermedad de los Best in Class, convocados por Gaceta Médica y la Cátedra de Innovación y Gestión Sanitaria de la Universidad Rey Juan Carlos.

Es el mismo premio que logró también en 2015 y 2016. Además, en 2017 recibió una mención de honor. Por su parte, el servicio del que forma parte, también ha sido reconocido por su trabajo en los dos últimos años. Son la prueba física del esfuerzo que el personal sanitario que conforma tanto la unidad como el conjunto del servicio realiza a diario con los usuarios del área pontevedresa.

"Estos premios se deben a un camino que hemos llevado de atención integral al paciente con psoriasis, en el que cada vez más vamos incluyendo aspectos nuevos como la participación en ensayos clínicos, el trabajo docente...", considera María Teresa Abalde, una de las doctoras especialistas de la Unidad de Psoriais del CHOP junto a Laura Salgado Boquete y Beatriz González Sixto.

El equipo está compuesto por las tres dermatólogas, hasta seis enfermeras entre fototerapia y las consultas, otra de investigación y médicos residentes. La jefa del servicio es la doctora Ángeles Flórez Menéndez.

"Es un equipo amplio, pero esto no sería posible sin nuestra coordinadora jefa, nuestros compañeros que nos remiten pacientes, el personal administrativo, celadores...", añade Laura Salgado.

La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que puede afectar hasta al 2 por ciento de la población. "Se puede manifestar en la piel o en las articulaciones. En la piel con placas, que son lesiones engrosadas, rojizas, con escamas. Aparecen en codos y rodillas, pero también en cuero cabelludo, uñas, zona genital...", explica la especialista.

La psoriasis tiene una base genética de alteración de la autoinmunidad. "En los últimos años se ha avanzado mucho en su conocimiento, pero aún queda un largo recorrido", apunta Abalde.

Los brotes pueden desencadenarse por factores conocidos como el estrés, las infecciones o medicaciones concretas.

Es una enfermedad puede debutar desde la infancia. Hay dos picos en los que se suele manifestar por primera vez: entre los 15 y los 30 años y a partir de los 50 o 60 años.

Los tratamientos dependen de la gravedad de la enfermedad. En la de carácter leve, la que afecta a menos de un 5-10 por ciento de la superficie del cuerpo, es abordable con tópicos. Se realiza con cremas, pomadas, lociones o espumas.

Cuando la superficie es más extensa o no funciona el tratamiento tópico, se utilizan los de tipo sistémico: oralmente o por vía subcutánea o intravenosa. "Los clásicos son inmunosupresores y los novedosos, que ya se usan desde hace unos diez años, son los biológicos. Consiguen unas tasas de aclaramiento muy altas", celebra Salgado.

No es una piel excesivamente sensible, pero sí se ha visto una relación con otros enfermedades como la diabetes, hipertensión arterial o problemas cardiovasculares.