La vida de María Magdalena Rodríguez Macías y sus dos hijas mellizas, Cristina y Lucía, dio un giro radical después de que la cabeza de familia sufriese un accidente de autobús hace cinco años. Las secuelas le produjeron un grado total de discapacidad del 84 por ciento provocado por una distrofia muscular y una fractura de esternón. A partir de entonces no pudo seguir trabajando, por lo que comenzó su suplicio.

La vecina de Placeres, de 44 años, cobra una prestación por invalidez de poco más de 550 euros. Con esta pequeña cantidad tiene que hacer frente a los gastos de vivienda (alquiler y recibos) y la manutención de sus dos hijas, ya que su ex marido no se hace cargo de esta.

Ahora vive una situación desesperada porque ya debe dos mensualidades a su casero y las tres deben abandonar la vivienda. En el salón ya se encuentran apiladas numerosas cajas con sus pertenencias, pero tanto la madre como las hijas se preguntan a dónde irán.

"No deseo dar pena, solo exijo un hogar según la paga que se me ha dado", asegura la pontevedresa de adopción. "Yo no busco que me den nada gratis, solo un hogar para mis hijas, conforme a mis ingresos", subraya.

Asegura que está al borde del desahucio, por lo que ya ha recurrido a diferentes instituciones y asociaciones. "En Vivenda, de la Xunta, estoy en lista de espera por un piso de protección oficial, ya que desde el Concello me remitieron allí. Pero me dicen que ahora mismo no tienen ninguno disponible", se lamenta.

La opción de un nuevo alquiler se está convirtiendo en una odisea, ya que, tal y como relata, "me piden nóminas de más de 1.000 euros". También debe algunos de los recibos de su actual vivienda, por lo que tuvo que recurrir al Concello, que envió un informe a la compañía eléctrica para que no se la cortasen. Lo mismo le ocurre con el gas.

A través de Cáritas pudo afrontar alguna mensualidad del alquiler y se le proporcionan alimentos para que tanto ella como sus hijas estén cubiertas en este sentido. "Yo tengo una invalidez y una paga, solo reclamo lo de cualquier español, un hogar. Confío en la ley y en que haya personas con sensibilidad para resolver mi problema", concluye en un desesperado llamamiento a las administraciones.