El presidente de la Mancomunidad de Montes de Pontevedra, Iván Pérez Berjano, considera que los porcentajes de propiedad del monte a nivel gallego son extrapolables a la comarca, de manera que el 65% de la superficie forestal pertenece a pequeños propietarios frente al 35% restante que está gestionada por las comunidades de montes.

A juicio de Pérez Berjano este es uno de los principales problemas forestales de Galicia y está convencido de que la productividad de la masa forestal está directamente vinculada al interés general por su conservación.

En este concepto están trabajando las comunidades de montes con más recursos, buscando cultivos alternativos a los tradicionales que mejoren la rentabilidad de unas superficies en las que las plantaciones madereras redujeron su interés económico.

Es precisamente ese minifundismo forestal lo que realmente preocupa a las mancomunidades. "De nada serve que teñamos os montes limpos si os lindantes manteñen as súas parcelas abandonadas", insiste Iván Pérez, que está convencido de que este aspecto no es de fácil solución ya que son muchos los factores que influyen en el abandono de estas parcelas. "Non hai xente nova, nin implicación das mulleres, na xestión do monte. Os propietarios orixinais van avellando e os novos non saben nin onde están os matos familiares. Non hai quen tire dese carro e aí é onde reside o problema real", añade.

En este sentido, demanda una apuesta por parte de las administraciones competentes por poner en valor el monte gallego y desarrollar proyectos forestales cuya rentabilidad no esté en cuestión. "Esa é a clave. Si unha parcela é produtiva, os seus xestores, e todo o entorno, se van encargar de mantenla limpa e en condicións axeitadas para que non sexa pasto do lume".

En este sentido Iván Pérez sugiere que el trabajo que las comunidades de montes están realizando en esta línea podía "ser utilizado como modelo vertebrador de un cambio global que non só é necesario, é imprescindible en Galicia".

Las comunidades de montes con mayores medios económicos son las más implicadas en este cambio de modelo, que las lleva a barajar opciones diferentes que garanticen la viabilidad del monte.

El olivo es una de las plantaciones que más interés despierta entre las comunidades de montes y por la que apuestan decididamente tanto algunos ingenieros forestales como el propio equipo de investigación de la Misión Biológica. Su alta capacidad de adaptación como las cualidades de una oliva capaz de producir un aceite con denominación de origen autóctona son dos factores que resultan atractivos para los comuneros.