Después de la tempestad, llegó la calma. Aunque relativa. Sanxenxo amanecía ayer con escasas nubes en el cielo. Nada que ver con lo vivido 24 horas antes, cuando dos trombas marinas tocaron tierra y una de ellas provocó destrozos en línea recta durante varios kilómetros.

Las decenas de afectados se levantaban y comprobaban que lo vivido el día anterior no había sido un mal sueño. Sus casas y sus pertenencias ya no eran las mismas después del paso de un fenómeno meteorológico que duró escasos segundos en cada punto, pero fue virulento.

Todavía congratulados por la suerte de no haber sufrido daños materiales, los propietarios recibían a las aseguradoras para valorar los daños, tramitar las obras o gestionar las posibles indemnizaciones.

Mientras, los servicios de emergencias recorrían de nuevo el perímetro afectado para hacer balance. En total, y a falta de datos todavía definitivos, Emerxencias de Sanxenxo hablaba ayer de daños en 17 cubiertas de viviendas, seis cobertizos, dos muros o cierres, dos estructuras, un hórreo y desperfectos en el paseo de A Lanzada y el colegio de Noalla.

Por su parte, el Concello de Sanxenxo se acercó por las casas para ofrecer su ayuda y facilitar los informes de atestados en caso de que así lo necesitasen los propietarios.

En principio, el hecho de que el tornado fuese tan localizado impide declarar la zona catastrófica, por lo que deberán ser los seguros, a través del consorcio, los que, en un principio, se harán cargo de los costes en base a los análisis de lo ocurrido.