La viuda de Javier Fernández, exbatería de Los Piratas, reiteró ayer a través de un comunicado que su marido "no era un maltratador ni nada que se le parezca" y que su muerte fue "innecesaria" y "totalmente evitable".

Andrea Montes quiso dejar "bien claro" que Javier Fernández "nunca" le pegó ni le gritó ni tampoco ejerció ningún tipo de maltratado sobre ella en los nueve años de relación sentimental, así como tampoco a su hijo, que tenía tan solo dos meses de vida cuando falleció su padre.

"Nunca fui una mujer maltratada. Él era todo lo contrario a un maltratador, no era una persona violenta. Era una persona amable, muy cariñosa, generosa, entregada a su familia, a sus amigos, a sus vecinos, a sus alumnos, siempre dispuesto a ayudar", explicó.

La mujer recordó que el "fatídico" día de su muerte "fue la primera vez" en toda su vida que lo escuchó gritar y que lo vio con agresividad y que, por ello se asustó tanto que decidió pedir ayuda para "estabilizarlo"

El músico, según relata su mujer, estaba "en pleno brote psicótico" fruto del trastorno bipolar que tenía diagnosticado desde hacía diez años, una condición que "nunca le dio problemas" hasta que fue "mal medicado" al haber recibido el alta psiquiátrica y le habían propuesto dejar el tratamiento "a su ritmo", en contra de la opinión de su familia.

Esta "nefasta" reducción de la medicación, añade la viuda, hizo que Javier Fernández "cayese en picado". La mujer explica que ella no llamó "a la Guardia Civil en ningún momento", sino que pidió a una vecina que llamase al 112 y así lo hizo conmigo delante. Minutos después llegó la Guardia Civil y una ambulancia, yo misma les paré por la carretera para decirles que mi marido sufría un brote psicótico con agresividad por su falta de medicación" y explicarles "que era una buena persona pero que se encontraba muy alterado debido a esto". Matiza, además, que el músico entregó a su hijo a un amigo "sin resistencia alguna" y éste lo llevó junto a ella, por lo que "nadie nos ha salvado de nada ni a mí ni a mi hijo" ya que ambos se encontraban fuera de la vivienda familiar.

La viuda asegura que "no hay nada" que pueda "aliviar" el sufrimiento que padecen ella y su familia, ya que "nada podrá devolvérnoslo y nada podrá evitar que mi hijo crezca sin su padre", pero confía en que se reconozca que su muerte "era innecesaria y totalmente evitable" y que los responsables "asuman sus responsabilidades".