La seguridad de las carreteras poienses y en especial de la PO-308, que une Poio con O Grove, sigue siendo un quebradero de cabeza para el Concello. Desde el Consistorio mantienen desde hace años línea directa con la Xunta de Galicia, institución que cuenta con la titularidad del citado vial. Sin embargo, las soluciones que unos y otros aportan para reducir la siniestralidad no terminan de confluir en un punto común.
Por un lado, el ejecutivo dirigido por Luciano Sobral planteó en su momento la instalación de reductores de velocidad, al menos en los núcleos urbanos de A Barca y Combarro. La propuesta consistía en el anclaje de barras de goma o bien, en la construcción de badenes.
Sin embargo, las medidas no son aceptadas por la normativa de la Xunta, ya que la carretera supera el tránsito de 5.000 vehículos diarios. Ante esta disyuntiva, la institución autonómica plantea la instalación de semáforos que permitan el cruce de peatones cuando estos lo soliciten a través del pulsado del botón. Esta iniciativa no termina de convencer al Concello. El gobierno local se muestra reticente debido a que entiende que la instalación de semáforos no favorecería la circulación. Sobral argumenta que "no se deben añadir más semáforos a un vial con tanto tráfico y que, en determinadas horas y durante determinados días, se colapsa. Eso haría que la carretera se congestionase todavía más".
Mientras, en puntos concretos como A Barca, la falta de iluminación sigue generando problemas. El último, un atropello en el paso de cebra que une la marquesina con la entrada hacia A Caeira. Ante esto, el regidor admite que, aunque no hay un plan concreto, sí se están haciendo mejoras puntuales para solventar el problema.
