"Es una persona muy generosa, bueno con nuestro pueblo, como todos tiene defectos y de hecho él mismo pidió disculpas por ello; la gente le aplaude porque lo queremos mucho". Cándido Santiago, vecino de Lourizán y amigo personal de Jesús Acuña Garrido, resumía así el carácter del párroco y el aprecio que le profesan los feligreses, que abarrotaron a mediodía de ayer la iglesia para homenajear al sacerdote en el 50 aniversario de su labor en la parroquia.

La celebración principal tuvo lugar en la iglesia parroquial de Placeres, repleta de fieles que ovacionaron a Jesús Acuña Garrido. Éste fue obsequiado con la Medalla de Oro de Lourizán en un momento del oficio religioso, una extensa ceremonia en la que los vecinos realizaron una oración colectiva y que también incluyó música para honrar al sacerdote.

El cura ha oficiado "cientos de bodas, bautizos y también ha acompañado y consolado a las familias en las despedidas a decenas de seres queridos", recordaban los asistentes al encuentro.

Finalizada la misa, se inauguró en el atrio de la iglesia un monolito coronado por una biblia con una inscripción y en cuyo pie figura una imagen del párroco tallada en piedra.

Las celebraciones de las bodas de oro sacerdotales en las inmediaciones del templo parroquial dieron paso a un almuerzo de confraternidad que tuvo lugar en la finca Batacos. En el encuentro participaron 283 comensales, incluido el protagonista del homenaje, que recibió distintos obsequios de sus vecinos como prueba de afecto y reconocimiento a sus bodas de oro vocacionales.

Los feligreses también organizaron una proyección y sobre una pantalla pasaron distintas imágenes que testimonian la labor del párroco en su medio siglo de actividad en Lourizán.

El sacerdote recordó en su aniversario las numerosas agresiones sufridas por la parroquia en forma de instalación de fábricas y construcción de infraestructuras. Visiblemente nervioso (el homenajeado reconocía hace escasos días a FARO su extrañeza ante el protagonismo) agradeció el cariño de sus feligreses y el esfuerzo por organizar la fiesta.

Fue una oportunidad para recordar los numerosos momentos felices en los que el sacerdote ha oficiado bienvenidas a bebés y matrimonios, pero también derrotas en las que ha acompañado a los vecinos. El párroco lamenta episodios como la instalación de la fábrica de celulosas, los rellenos del puerto o el paso del tren... "No soy ningún gurú ni me tengo por nada", afirma, "simplemente trabajo todo lo que puedo y ayudo a quien puedo... Simplemente presto mi servicio y hago lo que tengo que hacer".