Acompañada de sus familiares y allegados, Amparo Fernández García, celebraba el pasado fin de semana el que sería uno de los días más especiales de su vida. Llegar a los 102 años y hacerlo en unas condiciones envidiables es un privilegio del que pueden llegar a disfrutar muy pocos. Esta pacense de nacimiento, crecida en Avilés, pero cuya gran parte de su vida se desarrolló en Combarro, de donde dice sentirse, reunió a sus allegados para acompañarla en un día tan especial.

Lejos queda la apertura del histórico ultramarinos "Casa Amparo", el establecimiento que regentó bajo su vivienda durante décadas y que puso en marcha en 1950, ya viuda y con dos hijos. Funcionaba a modo de ultramarinos y de mercería. Una auténtica emprendedora que a lo largo de su dilatada vida tuvo una gran infinidad de "tristezas y alegrías", pero que a fin de cuentas considera que vivió una vida "dura", en la que se ha ganado el cariño de los vecinos a los que a lo largo de décadas atendió en su negocio y que sirvió como punto de encuentro del pueblo y en el que se podía comprar desde unos macarrones hasta unos calcetines.

A pesar de ser de sangre andaluza -su padre era sevillano-, ver la luz en Badajoz y criarse en Asturias, ella decidió quedarse ya para siempre en Combarro. A Amparo le tocó vivir la Guerra Civil con 22 años en Asturias, pero la vida le reservaba golpes más duros que el haber vivido en primera persona el mayor conflicto bélico español del siglo XX. A los 33 años se quedaría viuda de su marido, Manuel Fernández Graña, un triste recuerdo que la acompaña desde entonces. Muy joven se vio obligada a criar sola a su hija de 9 años y a su hijo de 7, por lo que se vino a Combarro, donde estaba la familia de Manuel Fernández, natural de Xuviño. Fue entonces cuando se decidió a abrir el negocio "Casa Amparo", que estuvo abierto hasta hace 13 años.