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El 'showman' televisivo que llegó al poder a bordo de un partido sin militantes

El que estaba a punto de ser arrojado a la basura, como muñeco roto, al no cumplir las exceptivas deseadas, se transformó en muñeco diabólico. Chuky salió ayer de la caja, para ejecutar su venganza, y no dejó títere con cabeza. Es lo que tienen los pactos entre diablillos. El PP no midió que Gonzalo Pérez Jácome, el hombre que permitió a Baltar conservar la Diputación, y al que pensaban arrebatarle luego la Alcaldía de Ourense para el PP, abonó el germen de su éxito mediático, gracias a su faceta como bufón televisivo. Y los bufones nunca tuvieron sentido del ridículo, pero sí la habilidad para hacerse el tonto, y dejar que los demás, empezando por el rey, se rieran con sus bufonadas, mientras ellos evitaban mancharse el jubón en el campo de batalla y dormían y comían al caliente.

La biografía de Jácome puede ser para reírse. Él mismo convirtió su sesión de investidura como alcalde, en el diván de un psiquiatra, al hablarle a los ciudadanos, ya con el bastón de mando en la mano, no de sus proyectos, sino de sus frustraciones personales y de la falta de auto confianza que le habían acompañado durante toda su vida.

Pero si Manuel Baltar, se hubieran parado a pensar en que con esa biografía cada vez menos apócrifa y mas documentada, del niño inadaptado en el colegio, fracasado en los estudios, cuyo hobbie principal ya de adulto, era organizar carreras de subidas de escaleras en los rascacielos, llegó finalmente a ser llave de Gobierno del Concello, y a ser investido alcalde, pese a su largo curriculum de absurdos, y a bordo de un partido, DO, del que ahora sabemos que nunca tuvo un solo a filiado, tal vez Baltar habría medido el paso.

Hicieron de un acomplejado confeso, un héroe. De tal modo que pensó que al tener el bastón, y ese poder delegado que le había dado el PP, con el único fin de poder sobrevivir en la Diputación, el mando ya era solo suyo, la vara de avellano con la que iba a imponer su visión del mundo, la de Jácome, al resto de la humanidad. Ya lo dijo ayer, en su personal "matanza de texas" : la trama era para acabar con él, un líder único. "Me pasó como a Jesucristo".

Durante estos meses, los amantes de la literatura pudieron ver cómo, al igual que en el Werther de Goethe, pactar con el diablo tiene un pésimo final. Nadie dice aquí quién de los dos que pactaron es el demonio, o si lo fueron ambos.

Jácome fue para los que jugaron a jugar con él, el Sancho al que, en un magistral capítulo de El Quijote, nobles aburridos montan una falsa investidura como "gobernador" de la inexistente Ínsula de Barataria y lo hacen subir a lomos de un caballo, Clavileño, que en realidad era de madera. Sancho se lo traga todo. El problema para el PP es que Jácome se cayó del caballo, y el alcalde iluminado, ahora, acaba de ver la luz.

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