Una médica del centro de salud de Viana do Bolo sufrió tal tormento a causa de uno de sus pacientes que finalmente se vio obligada a poner tierra por medio y trasladar su puesto de trabajo a Xinzo de Limia, a 90 kilómetros de distancia, para no coincidir con él. Se alejaba así de los constantes insultos y amenazas que el hombre, consumidor crónico de alcohol, le profería. El paciente ha sido condenado por acoso y atentado y no podrá acercarse a menos de 500 metros de la doctora en un período de diez años.

La situación, tal y como la describe el fiscal en su escrito de acusación, llegó a ser insostenible y la facultativa necesitó tratamiento psicológico para superar el miedo y el llanto que con frecuencia le sobrevenía. R.R.R., de 45 años, tenía una "fijación recurrente" por la doctora, que en 2015 y 2016 ejercía como médica del Sergas en el centro de salud de Viana do Bolo. La causa llegó ayer a la sala de vistas del Juzgado de lo Penal Uno de Ourense y se cerró con un acuerdo entre las partes que exime al acusado parcialmente de la pena por sus problemas con el alcohol que, en el momento de los hechos, le impedían comprender la trascendencia de sus actos. De hecho, además del alcoholismo, padece trastorno orgánico de personalidad y protagonizó varios intentos autolíticos.

Suspensión de la pena

Por conformidad, ha sido condenado a una multa de 600 euros por acoso y a cinco meses y 29 días de prisión por atentado, así como a la obligación de someterse a tratamiento médico externo durante tres años por cada uno de los delitos e indemnizar a la doctora con 3.500 euros por los daños psicológicos que le causó y el traslado de localidad. La sentencia acuerda la suspensión de la pena durante dos años y medio siempre y cuando R.R. se someta durante ese período a tratamiento de deshabituación, no cometa ningún delito y no se aproxime a la víctima.

El acoso comenzó en 2015 pero se agravó a partir de 2016. Según relata el fiscal, R.R. iba al centro de salud citado hasta dos y tres veces al día, muchas veces en el turno de guardia y bajo los efectos del alcohol. El paciente le pedía calmantes pero la facultativa se negaba a suministrárselos al estar ebrio. La tensión aumentó en julio de 2016 y, a partir de ese momento, le gritaba y la insultaba, la llamaba "zorra e hija de puta" y aporreaba la mesa de la consulta. La situación derivó en una medida cautelar de alejamiento pero fue condenado dos veces por eludirla.

Señala el fiscal que se trata de un hombre corpulento que llega a ponerse "muy agresivo". Ante la doctora braceaba constantemente e incluso vigilaba sus movimientos fuera del centro. "Le decía que la iba a denunciar, que iba a presentar reclamaciones contra ella, que sabía donde vivía y que conocía su vida", recoge el escrito.

El 19 de septiembre acudió a la consulta sin cita previa y "se bajó los pantalones", riéndose de ella al ser consciente de la "gran alarma" que su conducta generaba en la doctora. Diez días después se presentó a las 16.00 horas y como la facultativa no le daba lo que quería llamó a la Guardia Civil para denunciar que se negaban a atenderle.

Los agentes se personaron y estaban junto a la doctora cuando el paciente, en estado ebrio, volvió a insultar a la doctora con graves improperios y dio un "fortísimo puñetazo" en la mesa.

El fiscal hace constar que se trata de un consumidor crónico de alcohol que "niega sus problemas" con el abuso de esta sustancia y "se niega voluntariamente a seguir un tratamiento de deshabituación". Con esta sentencia, alcanzada por conformidad, el acusado se someterá a un tratamiento prolongado para su curación.