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Celanova vuelve al siglo XIX para rodar "Elisa y Marcela", el primer matrimonio entre mujeres

-La directora Isabel Coixet y su equipo ruedan exteriores en la villa -En el monasterio de San Salvador se recreó la escuela de maestras de A Coruña donde se enamoraron en 1885

Algunos de los actores ayer en Celanova. // Enzo Sarmiento

Las calles de la villa ourensana de Celanova volvieron ayer a finales siglo XIX para recrear la historia de dos gallegas, Elisa y Marcela, protagonistas del primer matrimonio entre mujeres de Europa, que tuvo lugar en el año 1901 y cuyos nombres "Elisa y Marcela", serán también el título definitivo de la película que rueda estas semanas en Galicia su directora, Isabel Coixet, para la plataforma Netflix.

Desde ayer y hasta el próximo miércoles, el equipo de rodaje, que ha grabado ya en otros puntos de Galicia y en concellos como el de Boborás (Ourense), estará en Celanova donde ayer se rodaron escenas en el exterior de la villa y en el interior del monasterio de San Salvador, una de cuyas alas se reconvirtió en un una escuela de magisterio, como aquella del año 1885, (la real estaba ubicada en la capital coruñesa) en la que ambas mujeres, Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Lorigas, se conocieron cuando cursaban sus estudios para ser maestras.

La conmovedora historia llevaba diez años rondando por la cabeza de Isabel Coixet, quien tras recibir el premio Goya 2018 a la mejor dirección por "La librería", anunció que su próximo proyecto era llevar al cine la vida de esta dos "heroínas", señaló, dos mujeres que consiguieron casarse, tras utilizar la argucia de engañar a la Iglesia haciendo creer al párroco de San Jorge en A Coruña, que Elisa, era en realidad un varón (Mario). Una boda que fue símbolo del amor por encima de los convencionalismos y el miedo a ser descubiertas y castigadas penalmente por el fraude, y que se adelantó en más de un siglo a la boda de Tany y Verónica, las primeras mujeres que pudieron casarse en España, concretamente en 2005 en Barcelona, amparadas, esta vez sí, por un cambio en el Código Civil que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Ayer, por algunos tramos de la plaza mayor de Celanova y sus calles históricas, solo circularon al grito de "silencio se rueda" personajes ataviados con los trajes de la época, entre ellas las dos protagonistas principales de la película, las actrices Greta Fernández que encarna a Marcela, y Natalia de Molina, que da vida a Elisa, o Tamar Novas que dará vida a Andrés. Entre el elenco figuran también la gallega María Pujalte o Francesc Orella que interpretan a la madre y padre de Marcela quienes, tras ver la ya insalvable relación de amor en la que había derivado la relación entre ambas jóvenes, decidieron enviar a Marcela a estudiar a Madrid.

Fue Narciso de Gabriel, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de A Coruña, el que investigó durante lustros esta historia y la reconstruyó en el libro "Elisa y Marcela. Más allá de los hombres", que embrujó entre otros a la propia Coixet al superar cualquier guión cinematográfico, pues la pareja de amantes tras conseguir plaza de maestras en parroquias coruñesas distantes 12 kilómetros que recorría una de ellas cada noche para verse, decidió estabilizar su relación fingiendo un falso matrimonio entre amigas por el que Elisa dejaba su plaza de maestra, para regresar meses después, fumando con el pelo corto y convertido en apariencia en todo un hombre (Mario) para casarse con Marcela.

El asunto se descubrió y fue una mina de lectores para la prensa gallega de la época, lo que hizo que la pareja tuviera que huir a Portugal, donde tras un juicio por falsificación de identidad quedaron en libertad.

De ahí partieron a un exilio a Argentina como millones de gallegos, pero el suyo atípico, pues no era por motivos económicos ni políticos, sino para tratar de defender el amor y el matrimonio entre personas, y desnudo de cualquier cuestión de género.

Hasta el miércoles Elisa y Marcela, o lo que es igual su valor para defender sus sentimientos por encima de convencionalismos, recorrerá las calles de Celanova con un mensaje adelantado a su tiempo, pues Marcela llegó a tener una hija (a la que interpreta en esta película la también ourensana Sara Casasnovas) un gesto con el que se cree que defendían ese derecho tan actual de los homosexuales a formar una familia.

Tras algún percance más en su duro exilio se les perdió la pista. Lo que en aquella época fue un escándalo, es hoy símbolo y la película de Coixet el fundido a negro, por el que una lucha personal es ya bandera de quienes defienden el amor, entendido como sentimiento de género neutro.

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