-El libro de memorias pretende ser edificante para los jóvenes, que son los hijos de la generación de Los Toreros Muertos, ¿se siente legitimado para dar ejemplo?
-Tengo un gen didáctico, a mí me gusta mucho aprovechar el tiempo, no paro de estudiar , de leer, y en la función lo que cuento quiero que tenga un poso edificante, pero no pretendo dar lecciones, ni contar mis batallitas, sólo que sea un tiempo útil aparte de divertido, doloroso o íntimo. Que sea positivo.
-¿Consigue dejar ese poso?
-Unos días más que otros.
-¿Llega con ganas a Ourense?
-Con muchas, además son unos encuentros universitarios y me voy a poner en plan rector, para que los jóvenes aprendan dignidad, tengo que ser muy honesto con mis sentimientos para que los jóvenes aprendan a ser honestos.
-Sin pasarse de serio.
-No no, divertido también. La obra es como una montaña rusa, pasa de la carcajada al drama. Lo cierto es que no me acostumbro al drama, y me cuesta porque veo que tengo a la gente descojonada y buff...
-¿Tiene algún recuerdo especial de Ourense?
-Hace 37 años hice un viaje iniciático con mi padre y recuerdo estar en el estudio del pintor Quessada, me encantó, me pareció maravilloso.
-¿Qué diferencia ve entre la juventud de hoy y la que formaban ustedes en los ochenta?
-Pues son menos. Cuando creamos aquello éramos un poder muy grande, éramos muchos y teníamos mucho peso. Actualmente los jóvenes tienen muy poca presencia y muy poco margen de actividad, aunque también socialmente somos mucho menos solidarios. Hemos creado una sociedad bastante más egoísta.