En el apartado de maquinaria, un distribuidor de estos elementos indica que un tractor nuevo, con remolque y accesorios para arar y sulfatar puede rondar los 20.000 euros. Por eso la mayoría de los viticultores estira la vida útil de los aperos al máximo, rentabilizando maquinaria que dos décadas atrás costó el equivalente a 3.000 euros, aunque deben invertir en reparaciones.

En la otra cara de la moneda, se encuentran los bodegueros. Algunos de los consultados explican que actualmente el mercado se encuentra paralizado, y apuntan que la falta de liquidez en los ciudadanos hace que descienda el consumo.

Además, ellos también acumulan retrasos o impagos de sus clientes, lo que les dificulta mantener los plazos a sus proveedores. Otro grupo de bodegueros consultados mantienen que seguirán cogiendo las uvas de sus proveedores "de siempre". Este es el caso de la Bodega Señorío de Beade.

Por parte de Bodegas Alanís (grupo Bodegas Gallegas) explica que el grupo tiene "menos capacidad para almacenar" a causa de que en los pasados tres años empezaron a comprar "uvas de proveedores que llevaban las uvas a bodegas que dejaron de cogerlas".

Para esta cosecha "seguiremos comprando igual que en campañas anteriores" y "contando siempre con los viticultores que cada año confían en nosotros".

"Las vendimias anteriores de las tres DO" en las que tiene presencia el grupo "ya están pagadas y lo hemos hecho a precio de mercado", abundan.

Regular la producción o recibir apoyo institucional para modernizar explotaciones y reducir gastos se configuran como soluciones a las que apuntan las partes implicadas en la producción.

Desde Unións Agrarias, sindicato que reconoce las aportaciones hechas por la Consellería de Medio Rural, van más allá y propone que se condicionen las ayudas públicas a la firma de contratos homologados que establezcan precios. Están dispuestos, señala González, a poner todo de su parte para negociar y alcanzar soluciones, ya que consideran que la situación está influyendo en el abandono del rural.