Cuatro años de estrecho trabajo de colaboración entre Xunta de Galicia y Universidad de Vigo y un presupuesto de cuatro millones de euros han hecho posible la puesta en marcha del Centro de Transferencia e Innovación (CITI) instalado en el Parque Tecnológico de Galicia e inaugurado por el conselleiro de Educación, Xesús Vázquez. El proyecto vincula definitivamente al campus con el mundo de la empresa, a través de líneas de investigación pioneras, cuyos logros redundarán en los sectores agroalimentario, de la biotecnología, la energía, el medio ambiente y las tecnologías de la información.

El conselleiro de Educación, el rector de la Universidad de Vigo Alberto Gago, el presidente de la Diputación José Luis Baltar y Emilio Atrio, presidente del consello social de la universidad sur, así como Ricardo Capilla director xeral de I+D+i de la Xunta de Galicia, inauguraron ayer este singular proyecto tanto en su continente, un peculiar diseño arquitectónico obra de Javier Suances, como por la apuesta audaz de sus investigaciones, que pueden calificarse de vanguardia.

El CITI ha contado con una inversión de cuatro millones de euros repartidos en una superficie de 151.000 metros de terreno. Cuenta con más de 3.000 metros construidos y repartidos en cinco edificios que albergan cada uno de los campos específicos de investigación, y "es una clara y valiente apuesta de la Universidad de Vigo, por acercar la investigación aplicada a la empresa", explicó Florentino Fernández, el director del centro,

La estructura del CITI y su propia ubicación en la Tecnópolis, facilitará la transferencia de toda las nuevas tecnologías que en él se desarrollen al mundo de la empresa, de ahí que este edificio sea según sus promotores un "elemento nuclear".

Los doce grupos de trabajo que tienen asignado un espacio en el CITI trabajan ya desde finales del mes de mayo en las nuevas instalaciones, donde hay también una oficina de Proyectos de I+D+i, del campus.

Las instalaciones, que ayer recorrió la comitiva inaugural, cuentan con cuatro módulos y una planta piloto. Cada uno de eso módulos o "botes de Nesquik", como los llamó coloquialmente el rector, tiene 14 metros de altura y alberga diferentes laboratorios y plantas técnicas. Están aislados, pero comunicados verticalmente con cuatro torres de comunicaciones, que alojan escaleras, ascensores o aseos.

Una de las novedades dotacionales es la planta piloto, una edificación aislada e independiente que está orientada a la investigación aplicada al escalado de procesos tecnológicos en el campo de la industria alimentaria y de la biotecnología.

Si bien es difícil para un profano traducir esa definición, esta planta piloto es una auténtica joya en materia I+D+i porque puede, tanto por iniciativa propia como a petición de empresas del sector alimentario o farmacéutico, acometer investigaciones para la obtención de nuevos fármacos, hasta para la mejora de procesos de fermentación o conservación de vinos o higienización de alimentos. El abanico es interminable, la tecnología puntera, y el objetivo conseguir que esta planta se convierta en fábrica de patentes en el ámbito de los nuevos hallazgos en la materia y en el de la biotecnología.

El recorrido por un edificio en el que los elementos constructivos y de mantenimiento y servicio como los cables de luz, agua, aire acondicionado se convierten en elemento casi ornamental pues circulan al aire no faltó el recorrido por los diferentes departamentos y laboratorios, como el de Biotecnología Agroalimentaria que trabaja entre otros muchas líneas en la obtención de aditivos alimentarios dirigidos a la industria agroalimentaria o a bioquímica.