Pendiente de llegar al Día de Darbo a tiempo, la calle Urzáiz se despereza lentamente. La ciudad no es bulliciosa a esa hora y el silencio solo se ve interrumpido por la alta velocidad a la que circulan los autobuses de Vitrasa. En las cafeterías se bajan los toldos y por la calle aparece a algún turista despistado y peregrinos preguntando el Camino. Hasta el arenal todo es sosiego, incluso en la Plaza de Compostela reina la paz que no tuvo en otras épocas. La terraza del antiguo Universal aún recuerda aquellos bailes de verano y guarda entre sus secretos los encuentros de furtivos amantes de otra época. Hay mucha algarabía en la zona portuaria. De repente aparecen unos grupos de turistas japoneses que no paran de examinar cientos de folletos que alguna naviera pone a su disposición. Hay cola ya para coger billete para Cangas, pero más aún para Cíes, mientras una azafata levanta la voz en la estación marítima para preguntar si hay pasajeros para la ruta del mejillón o para Ons. En la explanada la cola para entrar en el barco ya tiene curvas y la causa de tanto turista ya se divisa: el "Queen Victoria" está en el muelle de trasatlánticos.

5

Y en Darbo volvieron a danzar como sus ancestros

En el barco a Cangas hay gente que también tiene el propósito de llegar a la romería de Darbo. Ya en Cangas, los romeros tardan más en llegar a la romería que en cruzar la ría. El aparcamiento es escaso y fueron muchos los que se adentraron en vías muy secundarias y tragaron polvo para llegar al lugar donde se celebra la tradicional romería. Son ya cerca de las 14.00 horas y la procesión está a punto de salir. La multitud se apiña en los costados del atrio y frente al templo, donde se acampa con toallas y mantas para presenciar con algo de comodidad la danza y la contradanza, que este año guía Miguel Sotelo. La salida del templo hacia la carballeira es empinada y estrecha. Los fieles se acumulan a los márgenes, mientras un hombre va y viene con un montón de velas a sus hombros. La corporación municipal está representada por una concejala del PSOE, Sagrario Mártinez, y por varios miembros del Partido Popular, entre ellos el ex alcalde José Enrique Sotelo. Justo cuando se termina la cuesta, en un puesto de feria, el alcalde actual de Cangas, Xosé Manuel Pazos, se entretiene en dar conversación y sacar fotografías con su teléfono móvil. La leal oposición pasa a su lado y no hay intercambio de saludos.

Ya en la carballeira, la procesión se ensancha por el empedrado que aún guarda el olor de la noche anterior. "¡Va la imagen de Santa Ana! " advierten los parroquianos, que dan vivas a la Virgen a la que tildan de guapa. Nos cuentan que hacía tiempo que esta imagen no salía en la procesión del Día de Darbo. La vuelta al templo se hace entre cachibaches de feria y por un camino angosto que se precipita hasta el atrio de la iglesia. Los portadores ponen la imagen de la Virgen de Darbo al otro extremo del atrio, mirando hacia el templo y se prepara todo para que comience la Danza de Darbo. Ellas lucen sombreros engalanados con flores y ellos llamativos pendientes que cuelgan de sus orejas. Son diez hombres y cinco mujeres que durante 15 minutos interpretan un ritmo ancestral, acompañados por un tambor y una gaita. A pesar de los años, la coreografía y la escenificación de esta danza sigue originando pasiones. La multitud de agolpa para verla y al final de la misma se aplaude con enorme entusiasmo. Cuando acaba, los bailarines se junta para la tradicional fotografía de familia y ellos y ellas gritan: "¡Viva Darbo!".

El lado pagano de la fiesta ya hacía tiempo que había empezado. Del pulpo, el churrasco y el vino daban cuenta en los pendellos y en las carpas. La peñas iban ganando territorio y un ya veterano de esta fiesta comentaba que durante la noche no se cabía en ningún lado, que aparecía gente en todas partes que el hecho de que la víspera del Día de Darbo coincidiera en sábado atrajo a miles de romeros a cantar, bailar y darle culto al cuerpo.