El invierno fue una tortura. Los vecinos se volvían locos para transitar por la vía que urbaniza la Diputación de Pontevedra. El barro se colaba en las casas y hacía la circulación peligrosa. Con el buen tiempo la empresa acelera los trabajos con el objetivo de terminar en el mes de mayo. Hay decenas de trabajadores a lo largo de la vía: los de la empresa que urbaniza y también los que canalizan en gas. Estuvieron los de Aqualia, que recomendaron que se cambiara el caño maestro, construido de hormigón, pero todo apunta a que no se tendrá en cuenta esta solicitud, algo que no entienden los vecinos y que contaba con el aval del Concello de Cangas.

Hay tramos que todavía no se cedieron y en lugares muy sensibles para la circulación, como el de entrada al Pazo de A Retirosa, donde hay una curva pronunciada y también en las inmediaciones del colegio Castrillón. Donde no hay cesión tendría que haber expropiación, algo que es verdad que se produjo en algún tramo, pero no en otros. La Asociación de Vecinos Río Bouzós insiste en que hay incumplimientos del proyecto, que hay aceras de una anchura ridícula en determinadas zonas y que lo de la accesibilidad para minusválidos brilla por su ausencia.

Las rebarbadoras rompen el silencio ya muy temprano y la máquina para cortar el asfalto toma la carretera que es un auténtico campo de batalla, con chalecos reflectantes de varios colores, cascos de seguridad y trabajadores que ejercen de policías con señales de stop y continuar. Hay señales que se acumulan en la acera, a donde están subidos también los contenedores desde hace tiempo, según señala el presidente de la Asociación de Vecinos Río Bouzós, Miro Martiñán.

El buen tiempo acelera los trabajos, multiplica las quejas vecinales, que ven que las prisas dejan en fuera de juego al Concello de Cangas. La avenida de Lugo-Boubeta, conocida popularmente como la carretera de Coiro es una de las principales arterias de Cangas, que ejerce de circunvalación.