"Cando ías embarcar para unha marea tiñas que levar unha colchoneta, un pantalón, roupa de aguas e un ou dous pares de botas de Bueu". Éste es el recuerdo de muchos de los marineros de altura y de gran altura que trabajaron a partir de la década de 1960. Las botas de Bueu se convirtieron casi en una denominación comercial y eran las más solicitadas debido a su dureza y resistencia a condiciones extremas. Fueron idea de un artesano zapatero de la localidad, José Riobó, y que quizás jamás pensó en el éxito que tendría en muy poco tiempo su producto. Su historia la recoge ahora el Museo do Mar de Galicia, en Vigo, dentro de una nueva iniciativa para formar un gran archivo audiovisual del mar. "Bueu. Unha bota de altura" es el título de un DVD que se presentará públicamente y se proyectará el próximo sábado 27 de noviembre en el Centro Social do Mar de la localidad.

La conocida como bota de Bueu significó una importante innovación para los marineros. En aquel entonces ya se comercializaban botas de goma, pero lo más utilizado hasta la década de 1950 era el "zoco de bota", un calzado que básicamente consistía en un piso de madera como el de un zueco y en una caña, que llegaba hasta la rodilla y que habitualmente era de piel de becerro. El vecino buenense José Riobó aprendió de joven el oficio de zapatero y tuvo primero un taller en la conocida como calle del Príncipe [la actual Eduardo Vincenti] y luego en Pazos Fontenla, donde sus descendientes siguieron regentando el negocio familiar hasta hace unos años. Una de las personas que aparece en el documental del Museo do Mar de Galicia es precisamente su hijo, también llamado José Riobó, y que se encarga de explicar los orígenes de la "aventura" emprendida por su padre. "En el taller se realizaba mucho calzado a medida, pero cuando el trabajo empezó a menguar por la llegada del calzado confeccionado él pensó en la posibilidad de realizar botas de goma para los marineros", explica Riobó hijo.

La maquinaria

Eso fue hacia finales de la década de 1950. "El problema que tenía en aquel entonces es que no había una maquinaria específica y fue en Marín donde le fabricaron una máquina para vulcanizar la goma", explicá Riobó hijo. Fue así como se empezaron a fabricar las primeras botas de Bueu y que básicamente se vendían en dos formatos: media caña (hasta la rodilla) o pantalón (hasta la ingle).

Otro de los problemas a los que se tuvo que enfrentar inicialmente el artesano zapatero fue la consecución de la materia prima y las primeras botas se fabricaron a partir de neumáticos usados de camiones, excavadoras e incluso de aviones y la goma se traía desde la localidad de Monforte. Así se convirtieron en un paradigma de duración y resistencia. "Después de 15 o 20 años se veían algunas que todavía estaban bien para ser usadas. Quizás era una bota buena de más", explica con una sonrisa José Riobó hijo.

La primera empresa en distribuir las botas de Bueu fue Ribemar, situada en Vigo y que se encargaba de suministrar todo tipo de material a los barcos y a los marineros. Su entonces gerente, José Silva, recuerda como José Riobó se puso en contacto con él para ofrecerle su producto y como el calzado fue mejorando y modernizándose con el paso de los años.

Las cualidades de esta nueva bota hicieron que fuese muy apreciada entre los marineros y que la demanda creciese con rapidez no solo en Galicia, sino también desde puertos como Algeciras, Cádiz o desde el País Vasco, especialmente en Pasaia [Pasajes]. Por ello fue necesario mejorar el sistema de fabricación y una vez más Riobó tuvo que tirar de ingenio e imaginación. En 1964 el taller se trasladó a la calle Pazos Fontenla y trajo de Alicante una prensa hidraúlica, que aunque no estaba diseñada para el fin que el quería, fue capaz de adaptarla junto a unos moldes de aluminio para mejorar la producción. A una temperatura de 180º, las botas tardaban alrededor de 15 minutos en vulcanizar y salir. Para aquel entonces ya se utilizaba una goma virgen, de mayor calidad y más elástica. "José Riobó fue un auténtico fenómeno fabricando botas", resume de manera ilustrativa el gerente de Ribemar.

Otra de las empresas que comercializó las botas de Bueu fue "Mariño, Ropas de Trabajo" y su gerente, Rafael Lorenzo, apunta que eran muy demandadas por los marineros de altura y gran altura. "Tenían un piso muy alto, aislaban muy bien del frío y se fabricaban como se hacen hoy las térmicas", explica.

Aprecio del sector

El aprecio del sector hacia este calzado lo atestiguan varios marineros y patrones que aparecen en el documental, como Manuel Comesaña, César Rodríguez o José Villar. El primero, que estuvo embarcado entre 1968 y 2005, recuerda que daban un plus de seguridad muy importante. "En aquel entonces las cubiertas de casi todos los barcos eran de chapa y no estaban recubiertas de madera, por lo que era muy fácil resbalar. Pero con las botas de Bueu jamás resbalabas y eran muy buenas porque aguantaban todo tipo de condiciones extremas en caladeros como Gran Sol, Terranova…", relata Comesaña.

Esta idea la corrobora César Rodríguez, que incluso va más allá. Asegura que debido a su gran resistencia "las botas de Bueu eran también un arma de trabajo" porque permitían a la marinería separar y palear el pescado con el propio pie cuando se izaba a bordo. Todo ello con seguridad plena debido a su extraordinaria dureza , que las hacía resistentes a los aguijones de las mantas o a las mandíbulas de determinadas especies, como el pez perro de Terranova, y que a veces venían en medio del saco de pesca. "Eran unhas botas moi sufridas", sentencia José Villar.

Esas características también redundaban en que su precio de venta fuese superior al de otras botas del mercado, "pero el que probaba unas de Bueu ya no quería otras". Al principio, la tripulación tenía que comprar su propio calzado de trabajo. La casa Ribemar ofrecía muchas facilidades porque normalmente "fiaba" la compra a los marineros, que pagaban con un pequeño recargo cuando volvían de la marea. Más tarde, como recuerda el patrón César Rodríguez, las empresas armadoras tenían que hacerse cargo de este equipamiento.

El declive

La época dorada de las botas de Bueu fueron las décadas de 1960, 1970 y buena parte de la de 1980. Eran los años en los que la flota española, y especialmente la gallega, podía trabajar en cualquier caladero y cuando todavía no existía el "box" irlandés o cuotas de capturas. Pero al disminuir los bancos de trabajo, las mejoras paulatinas que se fueron introduciendo en los buques y la aparición de otros materiales más ligeros y baratos marcaron el principio del fin de este producto "made in Bueu". Fue el caso de las botas térmicas o las de caucho, que costaban la cuarta parte que unas de Bueu.

La gran aventura que inició en la década de 1950 José Riobó y que siguió su hijo llegó a su final en 2003. "Entonces ya no era rentable la producción y si queríamos seguir adelante teníamos que hacer frente a una inversión de cientos de millones para adquirir nuevas máquinas y materiales. Por ello hubo que resignarse y dar por concluida la etapa de las botas de Bueu", sentencia José Riobó hijo.