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La última frontera

Las restricciones para la movilidad interprovincial limitan las comunicaciones diarias entre municipios de las comarcas con Santiago y podrían mantenerse en la fase 3

Punto en el que se establece el límite interprovincial en el puente medieval de Pontevea. // Bernabé/J.Lalín

La crisis sanitaria del coronavirus ha recomendado anteponer el bien común a la libertad individual. La necesidad de poner una barrera a la elevada contagiosidad del SARS-CoV-2 hace que cualquiera comprenda la urgencia del confinamiento y la limitación de la movilidad ciudadana. Sin embargo, cuando se avanza en la desescalada, surgen particularidades que, por fuerza, entran en clara colisión con las generalizaciones. El Boletín Oficial del Estado (BOE) arrojó este sábado un jarro de agua helada sobre quienes llevan semanas anhelando la circulación interprovincial. El deseo de poder circular sin la necesidad de un salvoconducto no es caprichoso, sino que busca dar un verdadero y decisivo paso hacia la normalidad, por muy nueva que ahora se presente y sin interpretar que en ello pueda haber mayor riesgo.

A nadie se le escapa que A Estrada vive mirando a Santiago. Son poco más de 20 kilómetros los que separan el municipio estradense de la capital gallega. Un alto porcentaje de estradenses trabaja en Compostela, ciudad de referencia en el área sanitaria, educativa y también de ocio para muchos vecinos. Muchas familias viven a caballo entre ambas localidades. A Estrada forma parte del área de transporte metropolitano compostelana y una conexión por autovía busca reducir los tiempos de estos desplazamientos, dejándolos en menos de 15 minutos. Sin embargo, al no ser localidades limítrofes, los estradenses no podrían cruzar la frontera sin un salvoconducto, teniendo que atravesar el Concello de Teo antes de llegar a la Ciudad del Apóstol.

No son pocos los que estos días buscan desde A Estrada una explicación lógica al hecho de que se arriesguen a una multa mínima de 600 euros por cubrir un trayecto que buena parte de los estradenses podrían realizar con los ojos cerrados. Basta tomar como referencia las memorias de aforos de viales como la PO-841 para hacerse a la idea de que más de 9.500 personas recorren cada día el tramo pontevedrés de esta carretera autonómica presumiblemente con la intención de llegar a Santiago. Evidentemente, quienes han de hacerlo por motivos laborales pueden continuar este viaje, siempre y cuando lleven consigo el correspondiente certificado. Pero es que, como media, más de 7.000 personas cubrían este trayecto a diario en el último año de referencia.

Sacar la vara de medir resulta casi inevitable. Tal y como están las cosas, un estradense podría circular durante más de 100 kilómetros hasta Tui para tomarse un café, pero no podría conducir poco más de 20 kilómetros para hacer lo mismo en una terraza compostelana. Si las condiciones de la Fase 3 no cambian, todo hace prever que esta situación no variará, al menos, hasta el 22 de junio.

En el momento de estrenar la fase 2, el Gobierno aceptó la petición realizada desde Galicia para permitir la movilidad entre municipios limítrofes. Ello solucionó una papeleta que tenía en vilo a quienes viven al borde del paso fronterizo entre provincias. Desde Couso pudo cruzarse el Ulla para la actividad socioeconómica en Pontevea; desde Arnois atravesar el puente para hacer lo propio en Ponte Ulla o desde Cruces a Boqueixón. De este modo se corrigió una situación que muchos describían aludiendo a la implantación del surrealismo en su vida cotidiana. Sin embargo, en espera de dar un paso más hacia la nueva normalidad, el que más y el que menos esperaba cambios. Por el momento, la frontera se mantiene y no se puede salvar si uno no lleva "pasaporte". Teo supone un muro insalvable para un estradense que quiera llegar a Santiago. Podría viajar hasta quedarse a 9 kilómetros de abrazar al Apóstol. Cacheiras, en el limítrofe Concello de Teo, sería su última frontera.

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