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Ángel Taboada Dobarro: "Cuando empecé a trabajar en Lalín no contábamos con servicios del 061"

"La forma de trabajo en los ambulatorios era más penosa, pero había menos demanda"

Ángel Taboada, en el centro de Lalín, sostiene una foto de sus inicios como celador. // Bernabé/Javier Lalín

Ser uno de los primeros celadores del Hospital Montecelo y además estar en el inicio del ambulatorio de Lalín es un privilegio de muy pocos. Este honor lo tuvo uno de los trabajadores, hasta hace unos meses, del centro lalinense, Ángel Taboada Dobarro. Para despedirse de sus compañeros realizará una comida este sábado en el Pazo de Bendoiro, con 70 personas que estuvieron en su vida laboral.

-¿Cómo llevó lo de ser el primer celador en Montecelo?

-Me incorporé en julio de 1972, porque el director de sanidad era muy amigo nuestro, y fue él quien me metió el tema en la cabeza dedicarme a esto. Estuve durante un tiempo allí y luego ya me vine para Lalín, aunque pertenecía al organigrama de Montecelo, porque de aquellas era el hospital que nos correspondía.

-¿Estuvo durante la construcción del centro de Lalín?

-Al ser de Lalín me acuerdo aún de cuando empezaron a tratar los terrenos, pero yo lo viví en construcción, vi como iba creciendo desde centro. Incluso, cuando ya estábamos trabajando, se hizo la zona de rayos.

-¿Cuál era su función como jefe de personal subalterno?

-Es como decir el jefe de celadores, porque realmente aquí en este centro no hay ningún otro personal subalterno. Era un celador más, pero alguno tenía que asumir lo de dirigir a los otros dos compañeros, porque éramos tres, fui yo; no tenía mayor rango. Solo tenía que organizar los trabajos de mi equipo, la vigilancia del edificio, cerrarlo y abrirlo, y tareas de este estilo.

-Luego ya pasó a formar parte del Servicio Normal de Urgencias...

-Aquí no había Urgencias hasta el año 1982, cada médico tenía cupos, como ahora, y si había emergencias en las horas de descanso, cada uno iba a su médico. En el año 1982 se creó el servicio de urgencias, que atendía en el edificio a los pacientes desde las 17:00 horas.

-¿Cómo vivió la evolución del ambulatorio de Lalín a lo largo de estos años?

-Se fue progresando poco a poco; cuando empezamos, los medios eran muy pocos, de aquellas, cuando se empezó en el ambulatorio, no teníamos ambulancia del 061, solo teníamos un servicio privado y al conductor lo teníamos que ir localizar a A Xesta, que era donde vivía. De echo, cuando se empezó en Urgencias, seguíamos así. Recuerdo un accidente en torno al 85, por la Feria del Cocido, que hubo un accidente muy grande. Un conductor atropelló a más de veinte personas. Aquí llegaran ya cuatro muertos, pero un montón de heridos. Desde aquí tuvimos que desplazarlos entre Pontevedra y Santiago, todo en coches particulares porque no teníamos ambulancia. La forma de trabajar era bastante más penosa. También es verdad que había menos trabajo y menos demanda, pero los medios eran mucho más escasos. Ahora, con los equipos médicos que cuentan con gente muy preparada, hay medios tanto técnicos como humanos, el 061 medicaliza cantidad de urgencias, lo que nos saca mucho trabajo en el centro. No tiene nada que ver como dejé el ambulatorio a como empecé.

-Actualmente, sigue habiendo problemas, ¿se debe a la masificación de gente?

-El problema es que hay una masificación por abuso, porque ahora, por suerte, un 95% de los casos no son urgencias y mucho menos, emergencias; son catarros o enfermedades livianas. Aunque esto es un problema, no impide, en el caso del PAC de Lalín, que se preste atención a las urgencias de forma totalmente correcta y extraordinaria, porque filtramos totalmente, y al haber dos médicos es difícil que se quedarse sin servicio. Lo que condiciona mucho es la dispersión geográfica, porque atendemos los concellos de Agolada, Rodeiro, Dozón y Lalín.

-Después de tantos años dedicándose a una de sus pasiones, ¿tendrá muchas anécdotas?

-Pues sí, sobre todo con la gente mayor, que después de mi equipo y compañeros, es lo que más voy a echar de menos. Los mayores son tan agradecidos, que no les haces nada más que cumplir con tu trabajo, pero para ellos parece que les estás haciendo un favor enorme. Hará tres años, recuerdo a una señora que me dijo que venía muy mal y yo le respondí que traía aún buena cara y su respuesta fue: "Pero es que no es de la cara, es de la barriga que tengo un dolor que no aguanto"; la señora me dio una respuesta, con toda la razón, que me hizo mucha gracia.

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