Tres meses después de inmortalizar su maestría en el Teatro Principal en el concierto "Fin de vida" que el músico Carlos Barruso -aquejado por un cáncer terminal de páncreas- ofreció el 22 de marzo para despedirse por todo lo alto de los compañeros, los exalumnos y el público que lleva décadas aplaudiéndole, el artista volvió a vibrar el domingo en A Estrada al unísono con su público en "El concierto de mi vida" que le puso el broche de oro musical a las fiestas patronales del San Paio. "De tanta felicidad que me dáis, no me voy a morir nunca", proclamó el maestro, emocionado, al comprobar que ni la lluvia lograba diluir el cariño que el público en general y, en especial, "el pueblo de A Estrada" le está brindando en esta difícil etapa de su vida.

"Tocar es lo que me mantiene vivo", confesaba el maestro, ante un público entregado entre el que se encontraba su oncóloga, la doctora Vázquez del Clínico. Fue "un detallazo", señalaba ayer, muy agradecido "a todos". Le agradeció a la comisión de fiestas y al Concello que quisieran contar con él para cerrar las fiestas. Se lo habían pedido hacía un mes pero él no quiso comprometerse hasta hace una semana. "En estos momentos no sabes si vas a tener una oportunidad más" de tocar, explica, dispuesto a cumplir su palabra de seguir tocando "mientras que el cuerpo aguante". "Tocar es lo que más me divierte", señala, y el domingo disfrutó a tope de un concierto que logró erizarle la piel a su público y en el que Barruso exhibió el gran nivel que le hizo merecedor en mayo de un premio Martín Códax honorífico por su impecable trayectoria musical y docente. Tocó el saxo -tenor, alto, soprano- y clarinete.

Junto a él, sobre el escenario, tocaron algunos de los mejores músicos de Galicia. Además de sus compañeros de siempre -los integrantes del Carlos Barruso Quinteto, es decir, Manuel Brey (batería), Efrén Nóvoa (bajo), Alfredo Susavila (Piano) y Miguel Carbajal (guitarra)- también había cuatro saxofonistas (Pablo Castaño y Rubén Servide con el saxo Alto; así como Xosé Miguélez y Juan Núñez con el saxo tenor), dos trompetistas (Manuel Payno y Wilson Ortega) y dos trombonistas (Cristóbal Fernández y Miro Lamas). La espectacular voz de Lucía Azurmendi y el cuidado trabajo de Fernando Campos como técnico de sonido fraguaron un concierto inolvidable. Haciendo gala de su bonhomía, Barruso se acordó de su amigo y fundador de su cuarteto, Álex Cabal; e interpretó el Concierto de Aranjuez -que el público ya le había pedido por la calle- en honor al método BarruMat que ideó y patentó con la reflexóloga Mari Carmen Matalobos y en cuyas sesiones suena con frecuencia. Sonaron en un repertorio divertido para el público en el que hubo música para todos los gustos -jazz, funky, baladas- e interminables aplausos, que -antes del fuego de fin de fiesta del San Paio- dejó claro que Barruso ha dejado una huella indeleble en el corazón de su público.