Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Herrera, toda una vida de canto y madera

De cantar lotería en el Casino, pasó a actuar en las orquestas Venus, Iberia, Nova Galicia, Ritmo 80, Ruada, Luar y Cuntis

Juan Herrera, cantando junto a otros miembros de la orquesta Luar.

"Cantar, trabajar, cantar, trabajar, cantar..." era el "destino" que la vida le tenía reservada a Juan Herrera al nacer. Así lo indicó su hijo Xan en mayo el día en el que este estradense -que durante décadas conjugó su faceta de vocalista en orquestas con la de carpintero- recibió el primero de los premios otorgados por la Asociación Cultural Regatos en calidad de organizadora del certamen de Cantos de Taberna de A Estrada. De este modo, a Herrera se le reconocía su "maestría al cantar" y que, pese a tener una voz privilegiada, nunca tuvo empacho en cantar con cualquiera -desafinase o no- contribuyendo así a "hacer fiesta y amigos", especialmente en la Zona dos Viños local.

Muy cerca de esta comenzó su vida hace ya 82 años y, desde muy pronto, también su afición al canto. Nacido el 21 de septiembre de 1935, era hijo de un guardia civil. Entonces, el cuartel estaba en la Plazuela -hoy llamada Praza do Mercado- y allí creció Herrera, jugando "a las bolas" y "al balón" con "los hijos de Ismael" -uno de los cuales terminaría siendo alcalde de A Estrada- y con los vástagos de la "taberna de López". Aunque no se enteró de la Guerra Civil, sí recuerda con nitidez la posguerra. "Eran tiempos de hambre", recuerda. Y su padre tenía "un sueldo muy pequeño" así que la familia tuvo que agudizar el ingenio. Al jubilarse, su progenitor sería conserje del antiguo Casino (radicado en el emblemático edificio de A Farola) y Juan -que con solo 14 años había empezado a trabajar en la sierra de la carpintería de Abelleiro en Gradín- también comenzaría a trabajar los fines de semana en el Casino, al igual que su madre y su hermana, en el guardarropa.

Allí -"cantando la lotería" para los socios- educaría su voz "limpia, potente y clara", según su hijo Xan. "El 15... la niña bonita; el 22... los patitos en el agua; el 25... Vicentico; el 90... el abuelo", decía, con simpatía. Así, recuerda Juan Herrera, lograba llevarse a casa "30 pesos".

Y así fue creciendo vocalmente. Pronto se fijarían en él y, con tan solo 16 años, Leandro Vilariño propició que comenzase a cantar en una orquesta. Se estrenó en la Venus. Cantaba piezas bailables como "Allá en Santander, mi amor", recuerda con una sonrisa. Y ya ahí simultaneaba su faceta de cantor con otros trabajos: "de fontanero con Luciano" y de carpintero en la de Abelleiro. Tras la Venus, se vincularía a las orquestas Iberia de Vea primero y Galicia de Vila de Cruces después, ya más en serio. Posteriormente cantaría en Ritmo 80, Luar, y Ruada, antes de regresar a sus orígenes: a la orquesta Venus.

Eran otros tiempos. Cantaba sin cesar. Hasta que "ya no tenía saliva en la boca". "Era tremendo", recuerda, aludiendo a una época en la que la amplificación "era malísima", las orquestas se desplazaban a menudo en autobús de línea y los altavoces aun se colgaban de los robles con unas cuerdas. Atesora mil anécdotas. En aquel tiempo, recuerda Xan, "cantar era además de un disfrute personal, un trabajo duro y poco recompensado". Llevaban los instrumentos en el autobús de línea y "cargaban y descargaban 4 veces por actuación". Un día, la caja de la batería se cayó delante de la procesión "con los curas bajo palio" y tuvieron que perseguirla, entre las risas de los fieles. Con la Masa Coral estradense ganó el primer premio de un certamen de corales en Ourense en los años 50, después de un viaje muy accidentado: "en Silleda nos rompió en autobús y fuimos en camión hasta Ourense. Cuando llegamos ya estaban desfilando los demás coros. Actuamos y ganamos", relata. También cantaría en la Plaza de Toros de Pontevedra. Otro día, cuando regresaban de actuar en Nebra -él y sus compañeros, uno "con melenas" y otro con barba- les daba el sueño y decidieron dormir en el coche. Despertaron encañonados por la Guardia Civil, a la que tuvieron que explicarle qué sucedía. En otra ocasión, con la orquesta Cuntis, su furgoneta volcó en Padrón.Lito, el yerno del Chapín originario, les proporcionó amplificación y furgón para otra actuación. Son detalles que no se olvidan como la complicidad que tenía en Luar con Moncho Goldar y su hermano o con el técnico de sonido Fernando Campos.

Paralelamente a su crecimiento artístico se fue desarrollando su vida personal. De joven, vivía enfrente de Marisa Taboada. Eran otros tiempos. Salían a la puerta para verse. Juan era "cohibido" y nunca hizo uso de su prodigiosa voz para enamorarla. Le pidió permiso a sus padres para cortejarla y terminaron casándose. Pronto se independizarían. "Alquilamos y luego compramos un piso. Ella cosía en la de los catalanes y yo trabajaba en la orquesta y de carpintero", recuerda. Estaría durante más de tres décadas en la emblemática fábrica de muebles local Varcárcel.

En esta, sus jefes le facilitaban la conciliación de canto y carpintería,que también vivieron de primera mano los cuatro hijos de la pareja: Xan, Mavi, Katy y Xabier. Sabían que su padre llegaba a casa de madrugada y que, aunque sus jefes le permitían llegar al trabajo más tarde, intentaba estar "al pie del cañón" ya a primera hora. Eso sí, al mediodía, "no se podía hacer ruido" porque su padre necesitaba descansar. Seguiría cantando en orquestas hasta cerca de la jubilación, que le llegó cuando en el sector de la madera trabajaba en Fecama, una de "las mejores empresas" en las que estivo, recuerda con nostalgia. "Me querían mucho", dice.

Es una constante en la vida de Juan Herrera. Se ha pasado sus más de ocho décadas de vida cosechando amigos. Su día a día ha sido un no parar. Cuando no estaba trabajando repasaba las partituras y las letras de sus canciones con cassettes. Cuando su hijo Xabier era pequeño le ayudaba a hacerlo. Disfrutaba yendo con él al ensayo y viéndolos actuar. Además de sus genes, Herrera le ha transmitido a sus descendientes su amor por la música. Su hijo Xan "canta muy bien" y toca la guitarra y la gaita. También su nieto Xián ha heredado su vena artística y destaca tocando la gaita.

Poder disfrutar de ellos, descansar al fin tras toda una vida de duro trabajo y ver reconocida su valía y sencillez con el primer premio de los Cantos de Taberna son satisfacciones que ahora jalonan la vida de Juan Herrera y su mujer. Son la mejor recompensa tras toda una vida de entrega y sacrificio consagrada a su familia, los amigos, el canto y la madera.

Compartir el artículo

stats