Ayer dijo adiós a casi 37 años trabajando para los vecinos de Lalín. Un sencillo acto en el despacho del alcalde de Lalín, Rafael Cuiña, al que también asistió el teniente de alcalde Nicolás González Casares fue la despedida oficial de Plácido Rozas de la que fue su "casa" desde el año 1981, cuando entró por oposición como policía local. Rozas comienza ahora una nueva vida junto a su inseparable gaita y el calor de amigos y familiares.

-¿Qué sintió en su último día como funcionario municipal?

-Te das cuenta de que acabas de vivir una experiencia diferente porque en los últimos tiempos por circunstancias familiares he pasado momentos difíciles con la muerte de mi mujer y de mi suegra. Quiero decir que después de todo eso no tengo mucho tiempo para meditar lo que pasó. Seguramente en un futuro perciba mejor este tipo de emociones porque fue todo tan intenso, contundente y problemático. Cuando llegue la calma, después de haber pasado también por varios requisitos administrativos, será más fácil asimilarlo todo.

-¿Con qué se queda de todos estos años de trabajo en el Concello?

-No lo sé, la verdad. Recuerdo que cuando tenía unos 20 años me pasó como en la canción, que me encontré en una encrucijada de dos caminos, y en un primer momento me decidí por el camino de la bohemia por la música, pero después reconduje mi vida y me incorporé además a lo que se podría decir que es el camino más normal, el del trabajo, aunque no abandoné la música. Me marcho contento del Concello de poder trabajar en Lalín porque mi hermano tuvo que emigrar. También estoy contento por poder haber vivido en la aldea de Santiso porque tengo que reconocer que soy hombre de aldea. También me voy muy contento por intentar que tanto la gente como yo mejorara, y de transmitir lo que yo sabía primero de los vecinos de Santiso, y después del resto de lalinenses. Me gusta que digan de mi que fui una buena persona más que un gaiteiro genial. Eso quiere decir que en algo acerté a la hora de ayudar a la gente para que pudieran salir adelante. Hace 40 años estábamos prácticamente en la prehistoria, sinceramente.

-¿Echará de menos venir cada día a su puesto de trabajo?

-Por supuesto. De todas formas, como te decía antes, me marcho muy contento por haber vivido la bonita experiencia de partir de no saber nada ni tener recursos ninguno e ir paso a paso, año tras año, mejorando y acabar ahora con la llegada de la administración electrónica porque aún me dio tiempo a manejarla y utilizarla al mismo nivel que el resto de compañeros.

-Por su trabajo, estuvo siempre más tiempo en la calle, ¿no?

-Sí, pero tengo que decir que siempre gocé de mucha libertad para hacer mi trabajo en el Concello de Lalín. Es cierto que estaba la mayor parte del tiempo en la calle, y no encerrado en la oficina. Al principio no, pero en los últimos años tuve una pequeña oficina nueva, pero siempre preferí estar a diario en la calle y mantener el contacto con la gente del pueblo.

-¿Qué le comentó el alcalde de Lalín en el día de su despedida como funcionario municipal?

-Me dijo que disfrutara de la jubilación y que quedara muy contento con el poco tiempo que estuve con él. Yo entré en el Ayuntamiento de Lalín cuando era alcalde su padre, Pepe Cuiña, que recuerdo que entró con muchas ganas en la alcaldía siendo muy joven. En aquellos tiempos partíamos de cero y ahora te das cuenta de que vivíamos en un mundo muy distinto.

-¿Qué sintió en su último día como funcionario municipal?

-Os Xuncos es el grupo que soñé siempre con tener, y por eso lo puse en marcha. Me gustó hacerlo más que trabajar o tener que estudiar. Nací con el amor a la música de gaita. Mi padre también era gaiteiro, pero de todas formas sólo quería tener un grupo propio, aunque fue difícil sacarlo adelante. Prefiero morir antes que permitir que desaparezca el grupo Os Xuncos.

-¿También le seguiremos viendo a lomos de su Vespa?

-Seguiré montado en ella hasta que el cuerpo aguante. Llevo gastadas dos mías, y en el Concello también anduve casi siempre en ellas porque también tuve un coche. La moto no pienso dejarla hasta que no pueda con ella, claro.

-¿Le apetecería dedicarse a otra afición durante su retiro?

-Seguramente la música sea lo que más me ocupe ahora en mi jubilación. Tengo que decir que no tengo nada programado porque lo primero que quiero comprobar es cómo reacciono física e intelectualmente a partir de ahora. Hay que tener en cuenta que ya tengo 65 años, y a mi me parece que ya estoy descendiendo por el abismo a toda velocidad. Es la sensación que tengo porque todo pasa muy rápido y de forma contundente.

-Una vez me dijo que prefería los buenos momentos a los malos en su etapa en Protección Civil, ¿sigue pensando lo mismo?

-Por supuesto. Era muy gratificante conseguir trasladar a la gente malherida a tiempo para que les salvaran la vida en los hospitales. Eso fue uno de los momentos más felices que viví como trabajador del Ayuntamiento de Lalín.