Invitado por su colega estradense Eva García, el pediatra forcaricense de nacimiento y cerdedense de adopción José Luis Iglesias Diz presentó anoche en el MOME de A Estrada su libro sobre trastornos alimentarios en el marco de la Escola de Familia del departamento de Drogodependencias de la Consellería de Sanidade de A Estrada, que dirige Óscar Rancaño.

–Su libro sobre la anorexia y la bulimia en adolescentes y jóvenes se situla Un pozo moi fondo. ¿Cómo salir de ese pozo?

–En estos últimos 20 años he visto a muchos adolescentes que llegan cada vez con una edad más precoz –con menos de 15 años e incluso con 11 o 12– con problemas de este tipo. La anorexia no es algo de ahora pero se incrementó mucho desde los años 70. La idea es tener un medio para que padres y educadores puedan reconocer si alguien puede padecer ese trastorno. Una vez en la enfermedad, la recuperación es lenta. Necesita un tratamiento mantenido durante mucho tiempo y multidisciplinar, en el que intervengan pediatras, nutricionistas, psicólogos, a veces psiquiatras... La base principal es recuperar el peso para que sea normalizado. Cuanto mejor peso, más fácil será la intervención psicológica para cambiar actitudes y comportamientos después.

–¿Cómo se manifiestan la anorexia y la bulimia?

–Cuando un niño come bien y, de repente, en la adolescencia empieza a hacer una selección de alimentos, cada vez come menos y hace una dieta por sí mismo sin que nadie se la indique está en situación de riesgo de anorexia. No todos van a caer pero algunos sí. Si, además, antes no hacía ejercicio o lo hacía de modo moderado y, de repente, empieza a hacer mucho hay que tenerlo en cuenta.En la bulimia los comportamientos son parecidos pero, además, la persona se mete en el baño más a menudo. Puede darnos la sensación de que puede estar vomitando. Como no lo hacen ante los demás, a veces es difícil saber lo que ocurre. Y el comportamiento en la familia a veces cambia. Muchas veces se confunde con el típico de la adolescencia, más airado y revoltoso. Pero hay que ver si hay algún trastorno de este tipo. Si está muy irritable, tiene cambios en el colegio y en la relación con los demás... Las personas a esas edades son muy comunicativas, tienen muchos amigos. Si sucede lo contrario, se retraen y tienen los síntomas que ya dije, la familia tiene que ponerse en guardia.

–Hay pistas anteriores a la pérdida de peso...

–Sí. Al principio, ganas de cambiar la alimentación. Cuando la varían, a lo mejor aun no tienen una pérdida de peso importante. Cuando la tienen ya no es muy precoz. A veces los padres tardan un año en darse cuenta . Se buscan situaciones que justifiquen lo que está pasando: se puso a dieta, está estresada... Y de repente, se dan cuenta de que ha perdido 5 o 6 kilos y que está muy delgada. Recuerdo a una madre que se quedó asustada al ver a su hija en ropa interior en el probador de una tienda. Suelen llevar ropa más holgada, puede que no se note mucho en el rostro...

–¿Tratan de ocultarlo?

–Por supuesto. Claro, claro. No les interesa que les toquen su asunto. Si sus amigas se lo dicen, lo normal es que respondan con un exabrupto o dejando de frecuentarlas. Y si la familia no lo sabe, mejor. Cuando las madres empiezan a presionar al ver que no comen nada es cuando se descubre. Las respuestas son terroríficas. Se enfadan.

–¿Qué consecuencias tienen anorexia y bulimia sobre quienes las padecen o padecieron?

–La desnutrición mantenida durante tiempo repercute sobre la salud del aparato digestivo, a nivel cardiovascular yretrasa el crecimiento. La regla desaparece. La maduración de esa persona se retrasa. También está la osteoporosis, la pérdida de calcio en los huesos. Y lo que es peor, la enfermedad se puede convertir en crónica. Ocurre si pasa de 4 años. Viven toda su vida comiendo poquísimo, muy delgadas, con trastornos: mareos, pérdida de fuerza y de capacidad de concentración, depresión... Tienen muchísimos problemas. Y a veces también hay una mortalidad derivada de sus consecuencias: suicidio, trastornos cardíacos o muerte por inanición porque dejan de comer. Estadísticas realizadas sobre 6.000 pacientes estudiadas durante 21 años, demostraron que a los 20 de haber iniciado la enfermedad en la adolescencia, el 17% se habían muerto. Es muy grave. No es en absoluto un capricho, como creen a veces los padres. Cuando una paciente tiene la enfermedad, no es culpable. Es como si tuviese la diabetes. Le tocó y hay que hacer todo lo posible por ayudarle. A veces es complicado

–¿Qué puede hacer la familia para evitarlo o para salir de ahí?

–Para evitar caer: que la comida sea un hecho lúdico, que se disfrute. Evitar hacer de la comida una batalla: "come más", "estás flaca"... Todo eso es perjudicial. El médico tiene que asumir toda la responsabilidad: decir lo que hay que hacer y lo que no. Los padres tienen que acompañar. Si no come más, en la siguiente consulta el que va a imponer un cambio en el tratamiento será el terapeuta. ¿Ha perdido peso? No puede tratarse en casa. Muchas veces hay que hospitalizarlas. Siempre intento que mejoren en casa. Pero no siempre es fácil. A los padres les resulta muy difícil no decirle a una chica que no quiere comer: "come, come, come"... Y no es nada beneficioso. Se trata de que el médico tome la responsabilidad para que la paciente no proyecte toda su ira sobre los padres. Con apoyo familiar, siguiendo las normas que se le van dando, es la mejor manera de salir.

–¿Qué porcentaje de éxito hay?

–Un 50% se curan totalmente. Un 30% no del todo, siguen teniendo alguna dificultad para aceptar la figura pero pueden hacer una vida más o menos normal conteniendo pesos aceptables. En un estudio que hicimos sobre 60 chicas solo había una enferma crónica pero aun había un 40% con miedo a engordar, aunque tenían mucho mejor peso que cuando se les diagnosticó.

–¿Cuál es el perfil más habitual de los pacientes?

–Si hay alguna anorexia en la familia es más frecuente. También hay elementos que hacen pensar que hay cuestiones genéticas que ayudan: la obsesividad y el perfeccionismo. También la inseguridad, la baja autoestima. Muchas veces son chicas muy inseguras. El único modo de lograr fortaleza es como los deportistas: haciendo marcas. Cuanto más peso pierden, más éxito para ellas. Se ven feas y quieren estar más guapas. Para ello, quieren estar más delgadas y esta es una meta que se ponen cada día.

–Habla en femenino, ¿la sufren muy pocos hombres?

–El 10%. Pero en la edad que yo manejo, hasta los 16 años, solo un 5% son hombres. El resto son chicas. En eso influye mucho que estemos en un mundo en el euq la figura femenina que triunfa es la delgadez, con modelos superdelgadas. "Ser gordo es horrible". El chico de la película siempre es guapo y modélico. Y la chica, también. Y es delgada. El chico no tanto. Puede ser atlético. Pero la chica es siempre delgada. Eso está instaurado. Y eso favorece que el campo este abonado para la anorexia y la bulimia. Una persona insegura a la qe dicen que engordó un poco, se ve muy frustrada e, inmadura, decide adelgazar. Cuando empieza a hacerlo, se da cuenta de que es incapaz de parar.

–¿Puede que ello derive incluso en su esterilidad?

–Sí. Cuando están tan delgadas, las hormonas femeninas que estimulan el ovario están muy bajas. Se pierde la regla. Normalmente si recuperan el peso, recuperarían la función ovárica. Pero hay mujeres que nunca recuperan el peso adecuado. Son crónicas. Es una esterilidad secundaria. No hay ovulación porque el organismo ahorra. La regla es una pérdida de sangre. Y, aunque sea pequeña, al ver que va a perder hierro, el organismo ahorra. También tienen frío constantemente.

–¿El frío es uno de los síntomas?

–Sí. Nos pasaría a todos. Al perder grasa, se tiene más sensibilidad al frío. Y se gasta menos energía. El organismo intenta ahorrar.