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Arousa sufre la mayor invasión de abrojo conocida

Vilagarcía baraja la lucha biológica, retirar una capa de tierra o restringir el paso para evitar el avance de la planta de los pinchos

Noé Parga

Se llama abrojo, y sus frutos en forma de pinchos son una pesadilla para los usuarios habituales de las playas de A Concha y Compostela, en Vilagarcía. Balones y ruedas de bicicletas pinchados, y docenas de espinas de varias puntas clavadas en los zapatos son el resultado de cualquier paseo por esa parte del arenal, donde se encuentran los campos de fútbol, un parque infantil y la tirolina, entre otras instalaciones. Fue en 2017 cuando se empezó a hablar en Vilagarcía de los incómodos pinchos del abrojo, a raíz de una súbita plaga de bicicletas pinchadas. Sin embargo, es muy probable que la planta ya estuviese en A Concha o la Compostela desde mucho tiempo atrás.

Un botánico vilagarciano, doctor en Biología, que ha pedido anonimato, explica que el investigador Baltasar Merino ya lo encontró en 1905 en varios lugares de las Rías Baixas, entre ellos Noalla, A Lanzada, Boiro y A Pobra.

El Tribulus terrestris, nombre científico del abrojo, es natural del área mediterránea, y muy habitual también en el centro de la Península. Se da muy bien en las zonas costeras, principalmente en ecosistemas dunares o muy alterados por el hombre, como puede ser el caso de la gran playa urbana de Vilagarcía.

En este sentido, el que se trate de un terreno muy removido y que haya perdido su salinidad original favorece la expansión de esta especie. Los pinchos son sus frutos, de aquí que sea cuando estos maduran, a finales de verano, cuando más se ven y más molestias originan a los usuarios del arenal.

Pero aunque el abrojo existiese ya desde hace algún tiempo en Vilagarcía, empezó a dar problemas graves en 2017. Estos se acentuaron en 2018, y este año se han multiplicado, tal y como reconocen el concejal de Medio Ambiente, Playas y Jardines de Vilagarcía, Diego García, y la coordinadora del equipo que se encarga del mantenimiento de las zonas verdes, Dolores Barreiro. "Este año, la planta se desarrolló más de lo normal, quizás debido al calor", sostiene Barreiro. "Hace un tiempo estuvieron aquí técnicos de la Consellería do Medio Rural y quedaron sorprendidos con el nivel de incidencia que tenemos", afirma a su vez el edil.

El Ayuntamiento ha redoblado sus esfuerzos contra el abrojo en este 2019, pero este se está mostrando como un enemigo muy difícil de doblegar.

Ya se han realizado tres batidas, durante las cuales cuadrillas formadas por entre ocho y diez personas retiran a mano todos los pinchos y las plantas que encuentran. La primera fue durante la primavera, ya que lo ideal es actual cuando el fruto aún está verde. Se hizo una segunda a principios de agosto, con el apoyo de un equipo de la asociación BATA. Y la semana pasada se realizó la tercera, siendo esta reforzada por dos operarios de la Dirección General de Costas.

Sin embargo, en el Ayuntamiento observan que aunque las retiradas manuales son necesarias, con ellas no será suficiente para erradicar completamente el problema. Por eso, están barajando diversas opciones, y el concejal Diego García, que es ingeniero agrónomo de formación, está en contacto permanente con especialistas de varias administraciones y de la Universidad.

Pero Vilagarcía se está encontrando con un problema, y es que aunque el abrojo sea una planta silvestre ya naturalizada en Galicia, nunca causó problemas tan notables como en A Concha y Compostela. Es probable que haya otros arenales o zonas dunares donde la presencia del Tribulus terrestris sea aún mayor, pero quizás se trata de espacios donde la presión humana es muy inferior. A Concha y Compostela, en cambio, son playas plenamente urbanas, y que de algún modo han sido colonizadas por los seres humanos para pasear, sacar a las mascotas, andar en bicicleta o correr. Así las cosas, Vilagarcía no tiene un modelo próximo del que aprender la lección y donde sí se haya vencido el abrojo. "Sí conocemos el caso de Estados Unidos, donde tiene la consideración de especie invasora", explica el concejal de Medio Ambiente.

Allí, han combatido la planta con insectos y coleópteros que se comen el tallo o los frutos, pero se trata de animales que no existen en Galicia, por lo que emplearlos significaría introducir una nueva especie exótica. Una potencial bomba de relojería que es inviable. El uso de herbicidas también está medioambientalmente descartado.

Así las cosas, ¿se puede hacer algo para erradicar el abrojo de la playa urbana de Vilagarcía? Tanto Diego García como el botánico arousano citado antes consideran que sí, aunque avanzan que no hay ninguna varita mágica capaz de hacer desaparecer el problema de un modo barato y rápido.

El edil admite que se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de emplear técnicas de lucha biológica con alguna planta autóctona que sea capaz de desplazar de su hábitat al abrojo. Otra alternativa, quizás la más cara, consistiría en retirar con maquinaria una capa de tierra de entre 15 y 20 centímetros de altura. Y el botánico sugiere tapar una gran extensión de terreno con un tapiz negro, para que evite el paso de la luz solar, con lo que terminaría muriendo la planta. Se trata, en todos los casos, de actuaciones que debería autorizar la Dirección General de Costas, puesto que aunque el Ayuntamiento esté de algún modo liderando los esfuerzos por encontrar una solución a la plaga, esa franja del arenal pertenece en realidad a Costas del Estado.

Diego García admite que, si en un futuro más o menos próximo se lleva a cabo alguna actuación en profundidad para plantar cara al abrojo, incluso podría ser necesario acotar el paso de las personas por determinadas zonas del arenal. "Podría ser necesario vedar el paso por algunas zonas porque ahora la diseminación es favorecida precisamente por el paso de las personas y las bicicletas".

Vilagarcía se enfrenta a un reto que traspasa sus fronteras, y que los técnicos observarán con lupa. Nunca nadie hasta ahora en Galicia se había enfrentado a este enemigo.

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