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Reencuentro en el corazón de O Salnés

Un grupo de exalumnos de un colegio venezolano de la promoción de 1975 revive en Meaño su época estudiantil

El alcalde de Meaño, en el centro, con los participantes en los actos del reencuentro. // Noé Parga

"El WatsApp y las nuevas tecnologías lo han hecho posible en el siglo XXI, antes no lo sería. Es lo bueno que tiene un buen uso, nos permite recuperar esas viejas amistades, y hacer realidad, por insólito que perezca, lo que no podía ser antes". Así hablaba Manuel Castro que, junto con Nelson Bracho, fueran gestando la iniciativa. Meaño se convertía pues en sede para un reencuentro de la promoción de 1975 de ex alumnos de colegio La Salle en Caracas. Un Manuel Castro que, gallego de nacimiento y, con 11 años, venezolano de adopción, regresaba a España en 1989, convertido en ingeniero metalúrgico para afincarse en el País Vasco, donde impulsó una empresa del sector. Desde hace años retorna cada verano a tierras meañesas, que habían sido de sus abuelos en Xil, un regreso que hace cada agosto de la mano de la meañesa Marisa Sanmartín, con quien casara en los 80.

Son siete exalumnos de La Salle venezolana, junto con sus esposas, los que disfrutan este fin de semana de las tierras arousanas. Ellos -amén del consabido Manuel Castro- son Nelson Bracho (afincado hoy en Badalona), Enrique Iglesias (físico que llegaba de Bonn), Luis Emilio Ortega (matemático él, que se desplazaba desde Miami), Fernando Bouca (arquitecto, afincado en Póvoa de Varzim, y que subía desde el Algarve donde disfrutaba de sus vacaciones), y Leopoldo Salgueiro más Ricardo Machado, que cruzaban el Atlántico para la ocasión desde Venezuela.

El programa de actos lo iniciaban con una recepción oficial en Meaño, por el acalde Carlos Viéitez. La sede, el Pazo de Lis, cuya hemeroteca, una de las joyas culturales meañesas, servía de marco. El regidor meañés les reconocía ser "un honor recibir en Meaño a esta delegación y en un marco como este pazo", invitándoles a conocer una comarca que había sido tierra de emigración a Venezuela. Con ellos departía sobre el albariño, que es hoy uno de los embajadores internacionales de la comarca arousana, y cuyo viñedo fue precissamene una de las estampas que les cautivaron en su llegada a Meaño.

Cuando se les pregunta por el momento del país, se muestran unánimes en la necesidad de un cambio. "Venezuela -apuntaba Manuel Castro- producía 5 millones de toneladas de acero al año, y hoy tan sólo poducen 150.000 toneladas; o 3 millones de barriles de petróleo diarios, que hoy se han quedan en 700.000. El país está en una caída libre".

Luis Emilio Ortega que, regresa con cierta asiduidad desde Miami, reconoce que "lo único que sé es que, cada vez que llego me encuentro un país que, al día siguiente, sé que amanecerá peor". Leopoldo Salgueiro, que vive el día a día en Venezuela, analiza la opciones de salida: "los venezolanos -apunta- pecamos de inmediatistas, y muchos ansían ya una intervención exterior para acabar con el chavismo. Otros apuntan a una intervención interna de los militares, para un gobierno que acabe devolviendo el país a la democracia. Y la tercera, y mejor, sería sentarse las partes y que aflorara una vía pactista que pasaría por la negociación, pero los venezolanos somos reacios a eso, no hay talante para esa negociación".

Tras la recepción oficial en el Pazo de Lis la delegación venezolana realizaba el viernes una visita guiada a las bodegas Martín Códax. Por la noche, turno parar disfrutar de una degustación de "picaña", nombre que recibe en Venezuela una preciada parte de la coca de ternera. Ayer, visita en Vilagarcía, donde el alcalde Alberto Varela les acogía con una recepción oficial en el salón García, y a la que luego seguía un encuentro con la Cofradía Rías Baixas. Y hoy domingo, momento para degustar un espumoso Rías Baixas en su visita a la bodega artesana "Avó Roxo" en Xil, de manos del bodeguero Antonio Gondar.

La delegación venezolana reconocía la emotividad del encuentro. "Muchos de nosotros no nos veíamos desde hace 44 años -apuntaba Manuel Castro-, tanto que no nos reconoceríamos en un aeropuerto si nos cruzamos. Hoy nos vemos diferentes: más canas, unos con menos pelo, otros con más barriga, arrugas, mayorcito. Pero la emoción ha sido tal que al vernos, al abrazarnos, hemos mezclado sonrisas y lágrimas". "Ha sido un momento indescriptible -apuntaba Fernando Bouca-, yo he sentido un dolor de esos que a uno le llegan de muy adentro, porque mezclas placer, satisfacción, la añoranza del tiempo pasado, de lo vivido en nuestra adolescencia juntos? Y todo se vuelca de repente en el instante el reencuentro". "

Además -agrega- el habernos citado en una tierra con gente tan acogedora como es Galicia, donde todos se desviven para agradarte, hace que esa emoción crezca y aflore rápido a los ojos, pasando de la sonrisa a la lágrima por el afecto. Todo ello lo están convirtiendo en una vivencia inolvidable para siempre en nuestras vidas".

La delegación aprovechará ahora el viaje para una segunda en casa de Fernando Bouca en Póvoa de Varzim (Portugal), que será el destino para mañana lunes y el martes. Dos días más para disfrutar de un encuentro que cerrará el círculo de cinco días balsámicos para el corazón.

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