Como cada 18 de julio las cocinas de las casas de A Illa empiezan a tener actividad antes que de costumbre. Toca preparar los platos que darán tronío a las mesas que se ubicarán en el pinar de A Bouza. Esos lugares siempre cotizados en las proximidades de la playa Area da Secada, pero que son patrimonio indiscutible de los isleños cuando de San Ramón toca hablar.

La ceremonia es casi un ritual. Una de esas celebraciones en las que el protocolo está bien establecido. Solo hace falta buena voluntad y ganas de pasárselo bien. Es una especie de parada en el tiempo para las familias entre tanto ajetreo estival. Toca charlar compartir y hasta detenerse a saborear la habilidad entre fogones de los habituales en cada casa.

Pero antes de poner a prueba la capacidad estomacal a la sombra de los pinos, tocó ser fiel a la tradición religiosa. En la procesión de mediodía la imagen del santo desfiló por la Avenida Castelao hasta la zona de O Campo para luego pasar por la Praza do Regueiro y retornar a la iglesia.

Una vez la imagen volvió a su lugar de recogida, tocó focalizar la atención en A Bouza. Allí las mesas ya estaban asignadas por riguroso orden de llegada a primera hora de la mañana. Pero nadie se quedó sin el privilegio de disfrutar de un comedor tan exclusivo. El recurso de la mesa plegable también tiró de poderío para hacerse con la parcela que más garantizase la sombra durante las horas que allí tocó disfrutar.

No fuese a ser que alguien quedase con apetito, fueron muchas las familias que tiraron de parrilla para preparar carnes, pescados y mariscos a la brasa. La mezcla de aromas todavía hacía más apetecible sentarse a disfrutar de la fiesta. Y por si hubiese alguna duda eran muchas las mesas que mostraban su hospitalidad invitando a probar algunos de los platos preparados.

Los aperitivos también merece un aparte especial. Empanadas con productos del mar, tortillas, ensaladas y demás delicias circulaban entre vinos, cervezas y refrescos.

Las conversaciones se entremezclaban entre la algarabía generalizada en una escena en la que tampoco faltaban los niños jugueteando, los asadores a pleno rendimiento y los brindis en por la gloria de San Ramón o por cualquier otro motivo que se terciara.

Como no podía ser menos no faltaron los postres ni los intercambios de asientos con la conversación como nexo de unión. También hubo tiempo para las bebidas espirituosas y aquellas otras conocidas como digestivas para que no se secara el paladar. El fresco mar de A Illa ejerció también de moderador de las temperaturas.

Todo un ceremonial que se repite año tras año en los días previos al gran día que será la procesión de la Virxe do Carme que tendrá lugar mañana sábado y que se convertirá en la apoteosis a las tradiciones marineras del mes de julio en A Illa.