El Día de la Mujer en Ribadumia fue muy entrañable y especial con la entrega de un ramo de flores y placa conmemorativa a la familia de la abuela del pueblo Palmira Piñeiro Martínez quien a sus 103 años mantiene una vitalidad envidiable y solo excusó su asistencia porque está en silla de ruedas.

Hace unos días recibió la visita de la concejal Mar Rey en su casa de Pontevedra. Estaba realmente feliz con el homenaje y por representar a las mujeres de su pueblo "al que vuelve todos los veranos", no en vano mantiene su casa de Couto de Arriba con el huerto del que sacó tantas verduras y hortalizas hasta no hace tantos años.

Su mérito para el homenaje, el de tantas mujeres: toda una vida dedicada a los suyos, para que nunca les faltase de nada ni siquiera en los momentos más duros de la reciente historia de España.

"Fue ama de casa", explica Mar Rey, pero con lo que esa función entraña y que solo las mujeres saben lo que significa: atender el hogar, hacer la comida, cuidar de cada uno de los miembros de la familia", pero en tiempos que en absoluto fueron fáciles.

Lo resumió perfectamente Palmira Piñeiro con su humor característico: "Lo que me gusta más, aún hoy, es el huerto, cocinar y comer". Un orden que tiene, sin duda, todo un significado de vida, sin que haya renunciado a las fiestas, las verbenas o a las reuniones con los vecinos, explican.

Hace algunos años que no vive en su querido Barrantes pues por motivos laborales su hija tuvo que asentarse en Pontevedra. Y decidió desplazarse con ella, pero con el compromiso de regresar cada verano a su casa natal.

Y así lo viene haciendo hasta ahora. "El pasado verano aún la vimos en su huerto", asegura Mar Rey. Ahí están sus raíces y también sus seres queridos, entre ellos, su marido y uno de los dos hijos que tuvo, y que murió a edad muy temprana.

Con todo, Palmira Piñeiro conserva su enorme sonrisa. "Derrocha energía y empatía, pero también sarcasmo", asegura Mar Rey.

Palmira Piñeiro supo disfrutar de la vida al máximo y lo seguirá haciendo pues en su memoria hay momentos trágicos y también muy felices. "No vea con qué cara de alegría recordaba cuando en verano iba a la playa de A Lanzada en los autobuses de la empresa Claudio de Ribadumia y que hace años que no existen". Todo un ejemplo de una vida plena, que sin duda se merece el reconocimiento del pueblo de Ribadumia que ayer demostró su afecto a la que, por méritos propios,es ya la abuela de todos.