Ese vínculo adquirido con los vecinos también supone para un portero el ampliar su considerada casi como una familia. La relación diaria que se adquiere en esta profesión con muchas personas le lleva a vivir como muy cercanas cualquier tipo de desgracia.

Una de ellas fue la que azotó al edificio en 2012 cuando un incendio producido en una habitación a consecuencia de un cigarrillo produjo la muerte de una vecina de avanzada edad. Carlos Calvo aún recuerda con pena lo sucedido, "yo mismo me encargaba de comprarle el tabaco y el arroz con leche que tanto le gustaba a la señora. Siempre le decía que no fumase por las noches en la habitación, pero no me hacía mucho caso".

Los porteros también tienen que estar preparados en cuestión de primeros auxilios, aunque Carlos tiene claro que "lo primero que hay que hacer en esos casos es llamar a los profesionales. No sería la primera vez que un vecino sufre una caída y hay que entrar en casa. Muchos ya me dejan una copia de las llaves como precaución".

Incluso cada día, el buenos días y el buenas noches a los vecinos al paso por portería se convierte en un recuento. Un termómetro de la rutina que se traduce en tranquilidad para todo aquel profesional que se preocupe por sus vecinos.