"Salimos el domingo a las diez de la mañana del muelle de Vilanova y llegamos a La Junquera (País Vasco) a las 23.30 horas. Las retenciones eran kilométricas pero tuvimos bastante suerte porque nos abrió paso un vigilante del peaje y a eso de las cuatro y media de la mañana de ayer lunes pudimos rebasar la frontera para continuar luego hasta nuestro destino en Meze a sonde llegamos a eso de las diez y media de la mañana", relata Juan Nine que a media tarde se encontraba ya en Barcelona para cargar carne para emprender regreso a Vilanova durante la jornada de hoy.

Son muchos los transportistas afectados por la crisis de los "chalecos amarillos" en Francia pero a la vez comprensivos con sus reivindicaciones. "A los transportistas nos ponen cada vez más dificultades con viajes cada vez más baratos y en el que muchos tienen hasta que hacer labores de descarga de la mercancía, mientras que el gasoleo se dispara, se incrementan los peajes y los costes de mantenimiento también crecen", explica este experto conductor.

No es por tanto de extrañar la ola de solidaridad que se extiende entre los compañeros, muchos de los cuales extienden sobre el parabrisas su propio chaleco de seguridad como muestra inequívoca de su respaldo a las reivindicaciones contra la subida de los precios de los carburantes en el país galo, pero también en España.

De hecho, en quince días de huelga y movilizaciones, no ha habido ningún altercado en la frontera a pesar de que muchos camioneros franceses y españoles han tenido que soportar hasta veinte horas de espera para cruzar la línea que separa ambos países.

No se trata de resignación pues el colectivo de transportistas se siente más que identificado con la lucha de Francia. Algunos aseguran que no se descarta que en enero pueda convocarse una huelga similar en España. Y argumentan que si la revuelta de los chalecos amarillos se debe a que el gasoleo está a 1,50 euros, lo que ocurre a este lado de la frontera es más preocupante pues el salario mínimo es la mitad y los carburantes rondan el 1,30 euros por litro.

Una "soga" que lleva a comprender la pacífica respuesta de los camioneros españoles en el límite con Francia. "Yo no he visto que nadie protestase a pesar de que tienen que esperar horas para cruzar y a veces se arriesgan a ser multados si se les ocurre circular por el carril izquierdo para salir del atasco", admite Nine.

Son muchos los arousanos que cada día emprenden este viaje a Francia e Italia. Desde Vilanova salen un promedio de diez tráileres al día y todos ellos llevan dos semanas con la incertidumbre de si podrán cumplir o no el horario.

Al final todos llegan con más o menos retraso. Cierto que la tardanza es comprendida por los compradores pero consideran que afecta al abastecimiento general del país. "Si teníamos que llegar a las seis y media de la mañana lo hacemos a las once, por lo que el pedido empieza a encadenar retrasos importantes desde el centro logístico o la empresa que lo realizó", explica.

De momento el principal perjuicio radica en el tiempo perdido pues en la frontera permiten el paso de 10 o 15 camiones cada vez. Un goteo que aligera las tremendas colas por lo que raro es el caso del camión atrapado más de diez o quince horas. La mercancía arousana también va protegida gracias a los sistemas frigoríficos por lo que garantizan su conservación.