-¿Una cofradía como la de A Illa, con tantas playas, tiene presión de los furtivos?

-A nivel marisqueo a flote, es prácticamente residual. Donde tenemos los verdaderos problemas es en las zonas de marisqueo a pie, con furtivos locales y foráneos, estos últimos, sobre todo en verano. Es complicado vigilar los 11 kilómetros de playas y 37 de costas que tenemos.

-El furtivismo de bañador se ha convertido en un problema demasiado habitual cada verano.

-Es que tantos kilómetros de playa resulta imposible controlarlos. Para acabar con el problema se han realizado campañas por parte de la Consellería, pero resulta difícil concienciar a la gente. Hacemos unas 50 o 70 actas de denuncia cada verano pero no hay manera de conseguir que los turistas se den cuenta de que ese marisco es de las mariscadoras.

-¿Qué supone para el sector esta presión?

-Retirar un puñado de almejas puede parecer poco, pero si lo hacen todos los bañistas, la playa queda totalmente arrasada y a eso nos estamos exponiendo y eso es algo que no nos podemos permitir. Lo que más duele es ver las actitudes de algunas personas, que se creen que ese marisco que están robando nace ahí cuando, de no hacerse limpiezas, siembras y un mantenimiento de la playa, que hacen las mariscadoras, muy probablemente no existiría.

-No está ahí de casualidad.

-Ni mucho menos. Cada kilogramo de almeja que se extrae de las playas tiene un importante trabajo detrás que parece que muchos no acaban de valorar. A nadie se le ocurre ir a llevarse manzanas de una finca en la que se explota esta fruta, pues en las playas debería pasar lo mismo.

-Sin embargo, pese a las multas, las advertencias y las campañas, el problema sigue cada año.

-No solo es que siga, es que cada año tenemos más. No vemos ningún tipo de mejora en estas actitudes, algo que nos preocupa mucho, ya que se está jugando con el sustento de muchas mariscadoras, que centralizan su esfuerzo en conseguir que las playas sean productivas para que acaben ocurriendo este tipo de situaciones.