Los furtivos de bañador se han convertido en un mal endémico para las playas de A Illa. Si el pasado año, las mariscadoras y los vigilantes de la Cofradía mantuvieron un reguero de enfrentamientos con bañistas que aprovechan su visita a los arenales para llevarse el marisco que gestionan las mariscadoras, este año ha sido igual o peor en incidencias. Así lo reconoce la presidenta de la Organización de Productores (OPP-20) de A Illa de Arousa, María del Carmen Dios Castro, tras un verano que "ha sido un auténtico infierno para las mariscadoras, con insultos e intentos de agresión prácticamente diarios cuando tratas de explicarles que no pueden retirar esa almeja porque supone el sustento de muchas familias de este municipio".

No existe una playa en concreto donde el problema se repite una y otra vez, explica Dios Castro, quizás "donde más problemas hemos tenido ha sido en aquellas más escondidas y en las más masificadas, pero es un mal que se repite en prácticamente todos los arenales, porque ahora, en A Illa no existen lugares inaccesibles para las personas que vienen de fuera".

En una gran mayoría de los casos, insiste Castro, no es un problema de concienciación, ya que "muchos de los que sorprendemos con almejas en los lugares más insospechados no dudan en esgrimir su derecho a coger lo que hay en la playa, y por mucho que les informes y les retires el marisco, vuelven a hacerlo a los pocos minutos". De hecho, han llegado a sorprender a la misma persona hasta en tres ocasiones diferentes con un margen de tiempo mínimo. El origen de los furtivos de bañador también acostumbra a ser bastante diverso. Si el pasado año los problemas eran con gente relativamente próxima a A Illa, en este "nos hemos encontrado con un nutrido grupo de personas procedentes del sur de España, que incluso nos han llegado a espetar un vengo a Galicia y me como las almejas que quiera", explica.

En varias ocasiones, las propias mariscadoras se han encontrado "con gente que se pone a mariscar a nuestro lado mientras estamos trabajando, sin ningún tipo de rubor; e incluso, hemos sorprendido a bañistas en pleamar, con el agua hasta la rodilla, escarbando en la arena para retirar el marisco".

Ante la situación, las mariscadoras han optado por trasladar todos los casos que se encuentran al servicio de vigilancia del que dispone la Cofradía con el fin de que levante acta de que los bañistas han sido sorprendidos con almejas de los bancos marisqueros de A Illa. Esas actas se remiten a la Consellería do Mar para que curse la pertinente sanción, multa que va desde los 150 euros hasta los 30.000, dependiendo de las cantidades con las que sean sorprendidos, el tamaño, si procede de una zona con toxina o la reincidencia.

Cada verano, las 300 mariscadoras de A Illa organizan turnos para afrontar la vigilancia de las playas por las tardes, e incluso, las integrantes del cabildo, participan en las nocturnas.

Dios Castro agradece el esfuerzo de la Consellería con las campañas de concienciación que realiza, pero "es evidente que el resultado no está siendo el esperado, porque el problema se mantiene y la única solución pasa por incrementar la vigilancia.

El problema no es exclusivo de A Illa, sino de toda la costa gallega, pero sí es este municipio el que más está sufriendo este tipo de situaciones.