En el debate generado con la intervención de Sande, se abordó una de las cuestiones que más preocupa a los ciclistas, la existencia de los mal llamados carriles bici, que apenas pasan de sendas ciclables que, en muchos casos, se encuentran en un pésimo estado de conservación. Además, no sirven para entrenar, ya que el límite de velocidad está fijado en los diez kilómetros por hora.

Un ejemplo de las limitaciones que tienen estos carriles bici es el del puente de A Illa, una infraestructura a la que resulta complicado acceder y que, en muchos tramos, se encuentra con un pavimento irregular, a lo que se suma que finaliza en pistas de tierra, por lo que es muy complicado circular en bicicleta de carretera.