Muchos se acordarán aún de cuando las collareiras de A Toxa ejercían su actividad sin ningún tipo de control, dando lugar a acusaciones de fraude y competencia desleal o incluso proyectando una mala imagen del pueblo, ya que lo habitual era que algunas ambulantes abordaran a los visitantes hasta el extremo de molestarlos. Todos estos fueron argumentos que en el mandato 2007-2011 llevaron al gobierno de coalición -primero cuatripartito y luego tripartito- a redactar un reglamento que pusiera orden en la actividad.

Se pretendían así aplicar medidas de control, fiscalización, ordenación y apoyo a las collareiras para dignificar esta actividad tradicional, típica e histórica que se ha convertido en uno de los atractivos turísticos de O Grove.

Desde entonces se establecieron criterios como que la venta se efectúe en mesas desmontables, con un máximo de dos metros de largo por un metro de ancho, prohibiéndose aumentar el volumen de los puestos, obligados siempre a facilitar el tránsito de vehículos y peatones.

En el reglamento aprobado en verano de 2010 se decía, sin ir más lejos, que "el vendedor extremará la limpieza en la zona de venta, debe mantener la compostura en la práctica de abordar a los viandantes y se acepta la venta a pie, con cesto, pero nunca con mesa y cesto a la vez".

De este modo también se pretendían frenar "las prácticas anticompetitivas prohibidas por la ley" y obligar a los vendedores a "ajustarse a las normas sanitarias, de ornato, presentación, etiquetado y similares".

Materiales "nobles"

Los beneficiarios de los permisos quedaban así obligados a "mantener el puesto abierto al público debidamente atendido y abastecido, realizar al final de la jornada la limpieza de los espacios ocupados, tener visibles los precios de los artículos y marcar su procedencia para permitir distinguir correctamente aquellos que son de fabricación artesana".

Con ese reglamento mediante el cual se concedieron las licencias ahora en fase de renovación se potenció por tanto la venta de collares y pulseras con las conchas recogidas en las playas y la elaboración de estos abalorios mediante el sistema que emplean los grovenses desde tiempos ancestrales.

Por eso se prohibía la utilización y comercialización de metales preciosos, cristal, cuero, nácar, coral, tejidos, porcelana, madera, plástico y artículos de pasta química, estableciéndose incluso un mecanismo para favorecer el decomiso de la mercancía que no cumpla tales condiciones.

La licencia municipal que ahora se renueva es individual y cada una da derecho a un solo puesto de venta.