Entre resignación y tristeza se movían los ánimos ayer en la sede del Club Náutico O Muíño de Ribadumia. Sus instalaciones en Cabanelas volvieron a ser presa fácil del efecto de la crecida del Umia anegando por completo su zona de almacén en un invierno que empieza a ser realmente duro para toda la familia que compone la entidad.

Desde primera hora de la mañana, la alta pluviosidad y las previsiones para las horas siguientes ya hacían presagiar lo que finalmente ocurriría. Responsables del club se encargaron de evitar que los efectos de la riada fuesen mayores en base a la previsión a la hora de retirar enseres de las zonas más delicadas. La pleamar que tuvo lugar en el transcurso de la tarde aceleró de manera considerable el caudal del Umia desbordando no solo la zona de Cabanelas, sino también todos los accesos por carretera que hasta allí conducían.

Responsables del club ya manifestaron en diversas ocasiones su hartazgo. José Manuel Vázquez, director deportivo de la entidad, apuntó en su momento hacia una coordinación más eficaz con las decisiones que se toman en la presa de Caldas para controlar este tipo de crecidas de una manera más responsable. Una limpieza mucho más exhaustiva del lecho fluvial es la otra medida en la que han insistido desde el Náutico O Muiño para evitar tanta cantidad de agua estancada en los puntos más conflictivos del meandro.

La decisión tomada ayer no fue otra que salir a realizar las sesiones de entrenamiento. Fueron varios los palistas que se subieron a sus piraguas para remar sobre un caudal multiplicado varias veces en su cantidad de agua. Incluso se permitieron el lujo de remar sobre zonas por las que habitualmente caminan, ya sea la senda peatonal o incluso bajo el puente que cubre la zona de columpios del refugio.

Para menos alegrías estaban los propietarios del restaurante Parrillada Umia en la zona de Vilanoviña (Meis). La crecida del río les obligó desde muy temprano a facilitar los accesos a los clientes con pasarelas de madera ligeramente levantadas sobre el nivel del agua. Así pudieron salvar el servicio de comidas, pero ya con la bodega inundada y la pasarela hundida bajo el agua a medida que avanzaba la tarde, los propietarios se vieron obligados a cerrar el local con la poca esperanza de poder abrir este fin de semana y lamentando las pérdidas económicas que le ocasionan tales situaciones.