Como todos los grandes inventos de la humanidad, el telégrafo está lleno de éxitos y fracasos, de avances y retrocesos, pero curiosamente, los dos hitos principales de la telegrafía tuvieron como protagonistas importantes a dos hombres aparentemente alejados de la ciencia.

Fue el sacerdote francés Jean Antoine Nollet el que en el año 1746 reunió a 200 monjes en un círculo de aproximadamente un kilómetro y 600 metros de circunferencia, uniéndolos entre sí con trozos de alambre. En un momento dado produjo una descarga eléctrica con una batería de botellas de Leyden que sacudió a los 200 monjes tan pronto como recibieron la descarga. Era el inicio de la transmisión eléctrica gracias a los estudios de un cura aficionado a la ciencia.

Siguieron las pruebas y los ensayos sin llegar a conclusiones prácticas, hasta que un pintor de Estados Unidos, Samuel Morse, probó con éxito en 1838 un sistema de señales transmitidas por alambres ante un comité científico, el "Franklin Institute de Filadelfia", que le otorgó la plena confianza. La puesta en práctica de tan ingenioso modo de comunicación era ya un hecho y en pocos años toda Norteamérica y Europa se llenarían de postes y alambres para poder transmitir noticias por el sistema Morse.

El éxito definitivo llegaría en 1858 con el establecimiento del primer cable submarino trasatlántico que unió Europa y América. De esta forma, las grandes empresas tenían por fin un sistema rápido de comunicar sus datos para acelerar sus negocios.

En Galicia se intentó imitar a escala pequeña esta histórica obra maestra, con la inauguración de la modesta línea entre Vigo y las isla de San Simón con sus 16,5 kilómetros de recorrido aunque solo 500 metros correspondían al cable submarino.

El nuevo intento se extendió poco a poco por todas las regiones españolas hasta llegar a Galicia en mayo de 1858 con la entrega de la línea telegráfica de Rioseco a A Coruña, que posteriormente continuaría hasta Ferrol y Lugo.

Con todo, pronto se evidenció que el telégrafo en Galicia tenía porvenir. Por ejemplo, la estación de A Coruña en 1861 ocupaba el número 15 a nivel nacional por orden de tráfico cursado, por detrás incluso de Carcagente y Rioseco, para alcanzar el quinto lugar en 1868.

En la década de 1860 llega la telegrafía a nuestra comarca. De acuerdo con las notas dejadas por Manuel del Río Candamo, "por R.O, de 30 de octubre de 1861, se concedió a Vilagarcía una estación telegráfica, con hilo de empalme en Caldas".

La actuación estaría a cargo del Ayuntamiento que tendría que facilitar postes, menaje para la estación, herrajes y más materiales que se precisaran para la estación.

El alcalde reunió a las personas más influyentes del municipio para participarles los gastos que ello ocasionaría: 10.039 reales a los que había que añadir el importe del alquiler de la casa donde habría de instalarse el telégrafo.

En principio, la estación quedaría instalada en la llamada casa de Baladía, en la calle de la Iglesia, y los gastos se cubrirían por suscripción voluntaria, especialmente de los muchos comerciantes que continuamente surgían por aquellos años. Todo fue bien, según cuenta Manuel del Río Caamaño, hasta que en 1865 se extendió por Vilagarcía la noticia de la suspensión de dicho servicio porque "no cubría los gastos de sostenimiento".

Comenta Manuel del Río que a causa de ello, el 19 de junio de dicho año, "los vecinos de este distrito y otros inmediatos elevaron una solicitud al Inspector de Telégrafos de la Región (A Coruña), exponiendo los perjuicios que habría de ocasionar la medida y pidiendo la continuación del servicio, comprometiéndose al pago de los gastos del sostenimiento" que en definitiva era el alquiler de la casa y vivienda del telegrafista y el reparto a domicilio de los telegramas.

Como ha sido habitual en la reciente historia de Vilagarcía, fueron los comerciantes e industriales los que de alguna forma se hicieron cargo de parte de dichos gastos: José María Pou, Francisco Viqueira, José García Reboredo, Mateo García de la Riva, Roque García Señoráns, Pedro García Bravo, Pablo Jover, José Bargués, etcétera, a los que se sumaron cinco fomentadores de Pobra do Caramiñal.

La llegada de la estación telegráfica a Vilagarcía evidenciaba la delantera que estaba iniciando sobre la capital política de la comarca, Cambados, ya que este municipio tendría que esperar a 1883 para inaugurar una estación telegráfica, gracias a la iniciativa de su alcalde José Padín y la influencia del diputado Rafael Antonio Orense.

Por ello en octubre de ese año se recibe en la alcaldía la siguiente comunicación: "Tengo el honor de poner en conocimiento de V. que desde el día 23 que rige, queda abierta al servicio público la estación telegráfica que el Gobierno de S.M. tuvo a bien crear en esta cabeza de Partido atendiendo a las indicaciones de nuestro digno representante en la Corte y las justas reclamaciones de los Ayuntamientos de esta Capital, Ribadumia, O Grove y otras. A la vez que participo a V. la realización de una mejora tan importante para los intereses de esta comarca, me permito indicarle que la estación estará abierta al servicio público desde las 9 a las 12 de la mañana, y desde las 2 a las 7 de la tarde todos los días, menos los domingos, en los que estará abierta desde las 9 a las 12 de la mañana".

A través del telégrafo llegaron a Vilagarcía noticias tan importantes como la Revolución de 1868, los numerosos golpes de estado que se produjeron en Madrid, la proclamación de Amadeo de Saboya como rey de España, el inicio y derribo de la Primera República, la llegada de Alfonso XII, etcétera, y fue básico para las comunicaciones de todos los implicados en la emigración a América.

Apenas hubo variación a lo largo del siglo XIX en el número de estaciones telegráficas en el Salnés ya que según noticia del periódico "El Telégrafo Español" de Madrid, de 27 de octubre de 1891, las únicas que funcionaban en la comarca eran las de Vilagarcía, Cambados y Carril,

Con el paso de los años lo que representó en su época un avance en las comunicaciones, muy por encima de lo que ha supuesto el internet actual, fue decayendo hasta el extremo de la práctica desaparición de su sistema de líneas. Hoy, como recuerdo y simbiosis de ambos sistemas, quedan los postes de la primitiva línea telegráfica entre Lugo y Viveiro que sirven para que el operador gallego R instale en sus viejos postes la línea de fibra óptica.