El sacerdote José Luis Muñiz atiende media docena de parroquias repartidas por los municipios de Meis, Ribadumia y Barro y hace más de dos años que no asiste a un velatorio organizado en el hogar del difunto. Los rituales funerarios han cambiado profundamente en O Salnés en los últimos años. La transformación, progresiva e imparable desde mediados del siglo pasado, se ha acelerado con el cambio de milenio y el uso masivo de los tanatorios es un ejemplo de ello.

En el tanatorio que Pompas Fúnebres de Arosa tiene en la carretera de Vilagarcía a Pontevedra, casi enfrente del cementerio general arousano, atendieron 95 servicios en su primer semestre de funcionamiento, a finales de 1992. Dos décadas después realizan entre 330 y 340 al año.

El cura José Luis Muñiz cuenta que todavía hay gente mayor en el rural que quiere ser velado en el que fue su hogar, "aunque cada vez menos", y él mismo considera que para la familia del fallecido las horas de espera hasta el entierro se sobrellevan mejor en un tanatorio que no con un tropel de vecinos metido en casa a los que hay que atender.

El alivio y la comodidad son, precisamente, las grandes ventajas de contratar el velatorio en un centro de estas características, en palabras de Eduardo Martínez, hijo del propietario de Pompas Fúnebres de Arosa. "La gente lo solicita como un alivio. Hacerlo en casa es un incordio hoy en día. El tanatorio te da unas comodidades y unos servicios de atención que no tienes en el domicilio", sostiene.

Eduardo Martínez padre gestó su idea de abrir un tanatorio en Vilagarcía a finales de la pasada década de los ochenta, después de conocer en Argentina a un agente funerario que le abrió los ojos a la realidad de ese país, donde ya estaban profundamente arraigados. No ocurría así en España, donde los tanatorios se contaban con los dedos de las manos. De hecho, el suyo fue el primero privado de toda la provincia de Pontevedra.

"Al principio sí que tenía cierto temor de que no saliese bien", recuerda su hijo. Y es que estaban internándose en un territorio desconocido e inexplorado, e incluso hostil hasta cierto punto, pues para muchos el tanatorio suponía deshumanizar las últimas horas que los familiares pasaban con su difunto antes del entierro.

Además, aquello suponía una ruptura brusca con una tradición ancestral, la de los velatorios en casa, que estudiaron con detalle antropólogos gallegos como Marcial Gondar. En "Romeiros do alén" este profesor destacaba que el objeto del velatorio era doble: aliviar la tensión de la familia y reafirmar a toda la comunidad en la continuidad de la vida. De ahí que muchas veces las noches en vela terminasen siendo casi fiestas en las que sucedían los chistes y las copas de alcohol.

Y, sin embargo, la aceptación de los tanatorios sería casi inmediata. Eduardo Martínez afirma que en el caso del de Vilagarcía "la tendencia de uso se notó muy rápido", superando los 300 servicios antes de que terminase la década. Una situación que no era exclusiva del ámbito urbano, pues cuando Pompas Fúnebres abrió en 2002 el de Cambados -con un área de influencia geográfica más rural- la aceptación también llegó pronto. "El primer año hicimos 80 servicios. El segundo ya llegamos a 140", explica Eduardo Martínez.

Y la demanda de este tipo de instalaciones sigue aumentando. Lejos ya de la época en que Pompas Fúnebres de Arosa tenía prácticamente la exclusiva para toda la provincia, hoy en día hay más de media docena entre O Salnés y Ullán: los hay en Valga, Catoira, Vilagarcía (dos), Vilanova, Cambados, O Grove y Ribadumia, y en su día también hubo un proyecto para Meis.

José Luis Muñiz cree que, en parte, la necesidad de estas instalaciones ya lleva mucho tiempo madurando en la sociedad. "Quizás antes no se hacía a veces porque los tanatorios quedaban muy lejos. Pero ahora aquí todo el mundo tiene uno a un cuarto de hora de casa".