La crisis que en los últimos meses sobreviene a nivel global, y que está teniendo especial incidencia en todo el país, afecta a todos los sectores de la sociedad, dejando su huella también a nivel microeconómico. De esta forma pasa factura a las economías domésticas, que se ven obligadas a variar sus hábitos de consumo, incluso los alimenticios. Consecuencia de esto es que se produce también un descenso en la venta de productos frescos como el pescado, incrementándose el consumo de otros productos más asequibles.

Las vendedoras de la plaza de abastos de Vilagarcía dejan constancia de los efectos de la crisis que afecta a su sector, y consideran que la afluencia de clientes en estos últimos meses, desde que se detectó la crisis económica, es mucho menor.

María José Bemposta, vendedora de la plaza de abastos, se queja de que la crisis "nótase moito", y sobre la afluencia de turistas en comparación con otros veranos, opina "que casi non ven xente de fóra", y que sus productos son adquiridos la mayor parte de las veces "polos clientes de toda a vida".

María Teresa Alcalde percibe la crisis sobre todo en los hábitos de los clientes más habituales, que aunque siguen acudiendo diariamente a su puesto, "agora van ó máis barato". Destaca además que mucha gente, en los últimos tiempos, tiene la costumbre de comprar el pescado en los supermercados, y no se toman la molestia de acercarse a la plaza de abastos, a pesar de que "a calidade dos seus productos non se pode comparar cos que temos aquí", y que incluso en ocasiones "o peixe está máis caro nos supermercados e hipermercados que na plaza". Resalta también que con la llegada del euro se produjo un punto de inflexión en los precios "que puxo o peixe polas nubes".

Otra vendedora de la plaza de abastos, Carmen Fernández, asegura que no detecta un excesivo cambio en las costumbres de sus clientes, pero al igual que sus compañeras asegura que la mayoría de sus productos son adquiridos casi todos los días por la misma gente, y no nota mucha influencia de turistas visitando sus puestos.

Se quejan asimismo del alto precio de pescados y mariscos en la lonja. Dicen que la cifra que se da en la lonja es engañoso y no es el precio definitivo del producto que adquieren, sino que a esta cantidad hay que añadirle los costes de las cajas con el hielo, cuyo precio oscila entorno a los dos euros, y otro tipo de impuestos a los que deben hacer frente, como el siete por ciento de IVA y otras tarifas que se deben abonar, por ejemplo al puerto.

Sin embargo los supermercados se quejan también de que los productos frescos, y en particular pescados y mariscos, cada vez se vendan menos.

No notan por el contrario un aumento en el consumo de pescados y mariscos congelados, ya que en la mayor parte de los casos, a excepción de alguna oferta puntual, frescos y congelados están prácticamente al mismo precio. Los consumidores se decantan en estos casos por variar totalmente la dieta y en lugar de productos frescos deciden consumir otro otro tipo de cosas como pasta, arroz y, en definitiva, productos más económicos.