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Medio año sorteando al coronavirus

La residencia de mayores de la Xunta en Campolongo cumple seis meses sin positivos entre sus usuarios

Sesión de gimnasia y terapia ocupacional con un grupo de usuarios. Rafa Vázquez

Con 89 usuarios actualmente y 94 trabajadores, la residencia pública de mayores de Pontevedra, en Campolongo, celebra medio año sin casos de COVID entre su comunidad. Es una cuestión de suerte, como bien matiza a FARO su director, Juan José López Peña, pero sobre todo el fruto del esfuerzo que desde marzo de 2020, cuando se declaró la pandemia, ha realizado todo el personal.

A mediados del mes de julio del año pasado se detectaba entre los usuarios del centro dependiente de la Consellería de Política Social de la Xunta un positivo y, a raíz de este, otros seis casos más, con un total de siete.

Una vez superados estos y desde entonces, y aunque las cifras pueden dar un vuelco en cuestión de horas, no se han registrado más contagios. Son seis meses libres de coronavirus, un motivo de celebración, con cautela, eso sí, y sin bajar la guardia.

Si hubiera un solo caso no pasarían ni 24 horas sin que fuera detectado

Juan José López Peña - Director de la residencia

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“Esto es la prueba de que para que haya seguridad tiene que haber personal y aquí son 94 trabajadores para 89 usuarios, porque hay que pensar que son 24 horas durante 365 días al año. Es fundamental tener todo bajo control. Eso y el factor suerte, no lo olvidemos”, subraya López Peña, al frente del centro público desde el pasado verano.

En este sentido se muestra orgulloso del “nivel de concienciación del personal, que van del trabajo a casa y poco más”.

“El sistema de prevención incluye que continuamente se realicen test. Si hubiera un solo caso no pasarían ni 24 horas sin que fuera detectado”, indica, para destacar que “estamos en continuo contacto con el Sergas”.

Vuelta a la normalidad

La vida ha recuperado buena parte de la normalidad en la residencia pública pontevedresa, casi blindada al exterior durante la primera ola y posteriores. Ahora, ya en la sexta y gracias a la vacunación de la mayoría de la población contra el virus, el régimen de visitas es mucho más flexible, aunque el pasaporte COVID cobra un papel fundamental.

El pasado 21 de octubre se publicaba una resolución conjunta de las consellerías de Sanidade y Política Social a través de la cual se aprobaron las medidas específicas a adoptar en las residencias de mayores y de personas con discapacidad.

Entre otras cuestiones, se eliminaron las limitaciones en relación a las salidas al domicilio, excepto para los usuarios sin vacunar o que se ausenten del centro más de 48 horas, que para regresar deben presentar una prueba negativa PCR o de antígenos.

El régimen de visitas, asimismo, vuelve a ser similar al de antes de la pandemia, pudiendo los centros establecer un mecanismo de cita previa para la correcta organización. Se permite el contacto físico con la desinfección de superficies antes y después del encuentro. En todo caso, los visitantes deben llevar la mascarilla obligatoriamente.

Dos mujeres se entretienen pintando y leyendo la prensa. | // RAFA VÁZQUEZ

Que no falte una partida

Y esta normalidad es también visible en la actividad diaria de la residencia, cuyos espacios los usuarios han vuelto a hacer suyos.

En un día cualquiera en la sala grande se puede ver a un grupo de mayores jugando a la brisca, uno de los juegos de cartas más populares entre la población de avanzada edad.

Josefa Area Moreira, de 92 años, es una de ellos. Lleva un año en la residencia de Campolongo. “Todavía soy novicia”, bromea mientras no quita ojo a las cartas que sus compañeros han ido dejando sobre la mesa.

“Estoy encantada aquí”, reconoce. “Antes estaba en un centro de día”.

Es nativa de Marín, “un pueblo muy trabajador que acoge a todo aquel que quiera trabajar”. Ella misma lo hizo muy duro durante toda su vida. Tuvo cuatro hijos, “el tesoro que dejo en esta vida” y se dedicó, básicamente, a cuidarlos y ser ama de casa. También tuvo una taberna.

Ahora se entretiene echando una buena partida y leyendo: “me gusta la poesía, me llamaban la poetisa de Marín”.

Gerontogimnasia

En el gimnasio del centro, en el sótano, también hay mucha vida. Una fisioterapeuta y una terapeuta ocupacional se encargan de mantener activos a los usuarios. Hay balones, bicicletas, espalderas, cintas elásticas... que se utilizan teniendo en cuenta las limitaciones de los mayores.

“Hacemos gerontogimnasia y ejercicios de movilidad en general”, explica Sonia Montes, la terapeuta.

Además, forman grupos de estimulación cognitiva y también se gestiona la solicitud de artículos de apoyo como sillas, andadores, bastones...

Se ha hablado mucho de la “nueva normalidad”, pero si alguien ha dado ejemplo de paciencia a la hora de recuperarla durante estos casi dos años de pandemia del COVID esos han sido los mayores. Recuperar en la medida de lo posible su rutina diaria es el mejor premio que pueden recibir.

Emilio Fontán sale de la residencia de Campolongo. Rafa Vázquez

Emilio Fontán, con 101 años, el decano de la residencia

Emilio Fontán Arosa tiene 101 años, lo que lo convierte en el decano de la residencia de mayores de Campolongo en Pontevedra. Lleva dos años en el centro y es vecino de la ciudad, concretamente de la parroquia de Verducido.

Pasea por las instalaciones y sale al exterior de las mismas con un andador en el que lleva algún material que considera imprescindible para entretenerse. Así, tanto se le puede ver utilizando una tablet como echando mano de una caja de tornillos y otros elementos que usa para arreglar todo aquello que ve que necesita de sus “apaños”, lo que lo convierte en el manitas de la residencia pontevedresa.

Pasar de los 100 años no se logra fácilmente sin ciertos buenos hábitos. Emilio hace gimnasia cada día y procura no estar demasiado parado. “El día en que me pare se acabó”, le dice frecuentemente al director del centro.

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