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Cotobade y A Lama, tierras del lobo

Estos dos municipios concentran el 63% de los 77 ataques de este animal con víctimas a reses ganaderas en la comarca de Pontevedra desde octubre del pasado año

“Foxo do lobo” de Viascón. | // NOÉ PARGA

En los últimos meses se ha debatido largo y tendido sobre la fórmula para buscar la mejor Estrategia para la convivencia de las actividades en el medio rural con el lobo y su conservación, por parte de la Comisión Estatal de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, con posiciones encontradas, por ejemplo con la comunidad autónoma de Galicia.

Restos de un ataque de lobo en la comarca. | // NOÉ PARGA

En la comarca de Pontevedra, el lobo, aunque pueda parecer que no, tiene una elevada presencia incluso cerca de territorios ampliamiento poblados y sí que supone un problema –y de los grandes– para muchos ganaderos con explotaciones que además generan actividad económica que pretende fijar población en el rural. Una problemática que, los ganaderos afectados, no contraponen a la necesidad, que comparten, de la necesidad de proteger a esta especie.

Si hablamos de una tierra de lobos en la comarca de Pontevedra, este sería el área que conforman los montes de Cerdedo-Cotobade, A Lama, Pontevedra y Ponte Caldelas. Pero especialmente, el animal causa sus mayores estragos en A Lama y, sobre todo, en Cerdedo-Cotobade, que acumulan el 63% de los ataques en la zona, con 17 y 34 avisos.

Según los datos facilitados por la Consellería de Medio Ambiente, en las últimas dos convocatorias de ayudas para compensar daños causados por el lobo, hubo un total de 77 ataques en los 14 concellos de la comarca. En todos ellos se dio algún caso salvo en Sanxenxo, Vilaboa y Campo Lameiro. Se trata de ataques durante las respectivas campañas, que van del 1 de octubre al 30 de septiembre del año siguiente; es decir que entre 2020 y 2021, fueron 47 los ataques y solo desde octubre ya van 30.

Ataques continuos

Roberto Louzán es un ganadero de Viascón que, aunque vinculado a la ganadería desde niño, eligió esta parroquia de Cerdedo-Cotobade para apostar por la cría de ganado autóctono de Galicia. “Solo en este año yo ya perdí ocho o nueve reses por el lobo explica”. La última, “la semana pasada mismo”, asegura.

Los lobos también atacan a ganado en otros montes de la zona: Corredoira, Caroi, Xesta en A Lama..., unos animales que pueden recorrer hasta 30 kilómetros en busca de su alimento.

El problema, explican, es que las ayudas que reciben no les compensan. Por esta última becerra que se comieron que era para criar recibirá unos 200 euros, un precio por el que no va a poder reponer el animal ni la inversión y trabajo realizado hasta ahora en su alimentación. Una subvención que “además tendré que declarar como beneficios, cuando realidad no le llegó ni para cubrir las pérdidas”. “Sinceramente, preferiría que directamente me repusieran el animal”, explica Roberto Louzán.

Lo mismo ocurre con las compensaciones por otros animales muertos, por ejemplo, las cabras rondan los 27 euros. Tambien lamenta que las ayudas no cubran los todos gastos veterinarios causados a los animales que defienden los rebaños. En el caso de este ganadero, haciendo caso a las instrucciones de la propia Xunta, se hizo con mastines para proteger a sus reses. El lobo acabó hiriendo de gravedad a uno de los animales y la factura fueron mil euros de gastos veterinarios. La ayuda de la administración para la compra del animal fue de la mitad. “Forma parte de la explotación, ellos mismos nos los piden en tierras con presencia del lobo, deberían cubrir los gastos veterinarios”, explica.

Hay otras situaciones esperpénticas para los ganaderos a la hora de lidiar con los estragos causados por el lobo. Por ejemplo, que puedan mover los restos mientras no llega el personal de la Xunta. Algo que si ocurre a partir del sábado por la tarde no hay guardia hasta el lunes: “No podemos tocar los restos y lo que pasa muchas veces es que estos animales vuelven de noche y se los acaban llevando”. Restos de lana de oveja o algunas pieles es todo lo que encuentran, ni rastro del cadáver y, “sin cadáver no hay res muerta y tampoco hay compensación”, indica Roberto Louzán. “Es como en las películas, sin cadáver no hay crimen”. Por ello, verían bien unas guardias los fines de semana.

Aunque esta zona de Cerdedo y Cotobade acumula la mayoría de los ataques, estos se reparten por toda la comarca, incluso muy cerca de la ciudad de Pontevedra. Hay casos en Xeve y también en el Castrove, en los montes de Campañó. La presencia en el Castrove de lobos la confirma otro ganadero como es Esteban Outeda, que tiene una explotación en Armenteira.

Vallas en las explotaciones

Al igual que Roberto Louzán, Outeda explica que las medidas de protección en torno a las explotaciones tampoco funcionan y los cierres ganaderos no son una barrera eficaz para proteger a sus reses. A pesar de guardar el ganado en zonas cerradas, esto no impide que el lobo llegue hasta ellas.

Lo mismo sucede a los ganaderos de Viascón. “Al final acaban escarbando por debajo de las mallas y pasando”, dice Louzán. “Toda la bichería debe tener su sitio en el monte y son necesarios, pero con un control”, finaliza.

Un patrimonio que desvela la difícil relación con el animal

El patrimonio en los concellos del Verdugo y la serra do Suido en A Lama ya demuestra la ancestral presencia de este animal en toda la zona. Son los conocidos como “foxos do lobo”, construcciones que en ocasiones se remontan a la edad media y que consisten en cierres que se extienden a lo largo de kilómetros de monte estrechándose. Antiguamente, las batidas iban empujando a este animal por estos cierres de piedra en forma de embudo hasta llevarlo a un ángulo final en el que se situaba la trampa con el foso o “foxo” en el que se pretendía que cayese el animal para allí darle muerte. Hay restos de “foxos do lobo” por toda la comarca: Los hay en Carballedo, Corredoira, en Pigarzos en A Lama, en Laxoso o en el propio Viascón. Unos elementos que en muchos lugares se empiezan a recuperar y que sirven para dar atractivo a rutas de senderismo y que recuerdan que la relación del hombre con el lobo siempre fue complicada en los montes de estos municipios del interior pontevedrés.

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