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Un doctor para las bicis del pasado

Fran muestra el antes y eldespués de sus bicis. Gustavo Santos

Desde siempre, en el número uno de la lista de regalos a los Reyes Magos han figurado las bicicletas. En la infancia, la sensación de libertad que emana sobre las dos ruedas se vuelve casi incomparable, porque para un niño no hay nada más apasionante que el descubrimiento de ese mundo enigmático que va mucho más allá de las calles cotidianas de su barrio, los patios de recreo, o las aburridas escuelas. La naturaleza, el mar, los bosques, las aldeas, lugares que, si no lo son, se parecen mucho al paraíso, están sólo a la distancia de un paseo en bicicleta. Y es que todo aquel que haya visto E.T. alguna vez sabe que la bici es el mejor medio de transporte para alcanzar la Luna.

Y en bicicleta, como no podía ser de otra manera, alcanzó su Luna particular el protagonista de esta historia con la apertura del taller Fixed&Single Bikes, en las Galerías de la Oliva. Fran Cochón es el doctor que, desde el 2012, dirige este sanatorio especializado en el cuidado de todo tipo de ciclos. “Antes de estar detrás del mostrador yo también fui cliente, y me di cuenta de que en Pontevedra si entrabas en una tienda con una bicicleta que no fuera moderna parecía como que pasabas vergüenza”.

Es por ello que Fran quiso romper con la tendencia consumista y alcista de los precios en el ciclismo, “ya no quedan talleres que intenten arreglar las piezas antes de tirarlas, cuando restaurar también es una forma de contribuir al ecologismo”, relata desde el profundo compromiso que mantiene hacia el cuidado medioambiental. Además, Fran Cochón añade que “lo bonito de recuperar una bici antigua es hacerlo con las piezas originales, por ello intento hacer acopio de estos elementos y reciclarlos para una nueva vida”.

Me quedé huérfano de padre cuando era pequeño y él fue quien me regaló mi primera bicicleta

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El taller de Fran se sostiene gracias a la nostalgia, propia y ajena, pues esta clínica para las bicis del pasado no hubiese sido posible sin el ejemplo de su abuelo, José Barros, quien fue su particular Rey Mago al comprarle su primera bicicleta. “Siempre he dicho que mi abuelo es mi mejor amigo. Me quedé huérfano de padre cuando era pequeño y él fue quien me regaló mi primera bicicleta, una BH azul, que ahora llevo tatuada en la piel”.

Fran recuerda que el mismo día que recibió su primera bici “no la solté hasta que conseguí mantenerme en pie sin ruedines”, y que fue, precisamente, su abuelo quien le enseñó el oficio: “él era albañil, pero sabía de todo y con él aprendí gran parte de lo que sé, aún es más, a día de hoy, sigo aprendiendo”.

Una persona que vive y sueña por las dos ruedas no puede sino tener una gran colección de ciclos. “Usables puede que ocho”, contesta con una sonrisa, “pero también pequeñas y de colección”. La joya de la corona es, para Fran, una Orbea azul de entorno a la década de los 50. “Era la bici que usaba mi abuelo para ir a trabajar. No es la propia de él, pero conseguí un modelo igual y decidí restaurarla para regalársela, incluida la caja de madera que tienen en la parte trasera para cargar las herramientas que llevaba a su trabajo de albañilería”.

La mayor gratificación es ver la cara de sorpresa de los clientes cuando descubren el resultado final

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Fran no solo recupera bicis, también compone recuerdos. Hasta su local han llegado clientes con sus bicicletas tullidas, pero que el valor sentimental impulsa a sacar de graneros, garajes o trasteros y recuperarlas. “Soy honesto con mis clientes, y si la bicicleta está en muy mal estado aconsejo, o no, invertir en su reparación”. A lo que nunca dejará de dedicar esfuerzo y trabajo “es a piezas únicas, como algún ciclo de la época de la posguerra, muy difíciles de encontrar hoy en día”. Además, no sólo busca el uso decorativo “quiero que la bici recupere por completo su función y para ello invierto mucho tiempo. Llegó a trabajar por las noches y los domingos, pero no me importa porque esto, aparte de mi trabajo, es mi hobby”.

Para Fran la mayor gratificación a las horas invertidas, perdido entre herramientas, cuadros y horquillas, “es ver la cara de sorpresa de los clientes cuando descubren el resultado final”. Una emoción de la que es partícipe, ya que este facultativo de los velociclos no se cansa de aprender ni de escuchar: “cuando trabajo con una bici, me gusta saber cual fue su pasado, sobre todo escuchar las aventuras de los abuelos, fuentes de información mayor que la wikipedia”, bromea.

La crisis, omnipresente en las mayoría de los sectores económicos, también tuvo su efecto en el negocio de las dos ruedas. “Restaurar una bici no es una necesidad, sino un capricho”, por eso Fran complementa su trabajo en taller con la bicimensajería o el reparto a domicilio. “A veces me dicen que estoy loco por querer seguir apostando por la restauración, porque puede parecer que no es rentable, pero está es mi auténtica pasión y lo que quiero hacer”, confiesa el pontevedrés. Y es que, gracias al tesón y arrojo de Fran Cochón, los pontevedreses encuentran en Fixed&Single un lugar donde recuperar el tierno olor de la infancia es posible. Ahora, que los pedales sigan girando, y que las ruedas sigan rodando.

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