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Cinco voluntarios de la Cruz Roja ante las instalaciones de la organización en Pontevedra. | // RAFA VÁZQUEZ

Solidaridad para desafiar a la pandemia

Cruz Roja celebra hoy su Día Mundial tras un año especialmente duro por el COVID

La celebración del Día Mundial de la Cruz Roja y la Media Luna, bajo el lema “De la sociedad para la sociedad”, coincide este año con la mayor operación de su historia debido a la pandemia de COVID. A través del Plan Responde, la organización humanitaria ha ayudado en el último año a más de 8.200 personas en la comarca de Pontevedra y ha ofrecido seguimiento telefónico a más de 14.000 personas vulnerables, especialmente mayores. Además, ha tratado de responder al virus a través de un plan integral en seis áreas de actuación: socorros, salud, inclusión social, educación, empleo y medio ambiente.

Clave para que este engranaje funcione a la perfección son los voluntarios, que dedican gran parte de su tiempo a ayudar de forma altruista a los más vulnerables. Es el caso de María Teresa Álvarez, que lleva 25 años colaborando con la Cruz Roja. Tras quedarse sin trabajo, no dudó en volcarse con la organización, pasando por numerosos proyectos diferentes. En los últimos meses ha notado un cambio en el perfil del usuario. “Ha sido un año muy complicado. Personas que antes tenían una vida acomodada, ahora necesitan ayuda”, explica tras afirmar que “volvería a estar en Cruz Roja mil veces”.

Fueron muchas las personas que empezaron a colaborar cuando se desató la pandemia. Es el caso de Rosi Toucido, Gonzalo Mosquera y Rubén Lorenzo. Los tres hicieron un poco de todo, desde ayudar en el albergue, hasta repartir y recoger alimentos, pasando por entregar material a personas dependientes, hacer seguimiento telefónico de mayores, etc. “Es una experiencia muy buena y muy enriquecedora. La gente a la que ayudamos nos da más de lo que le damos”, afirma Rosi. Gonzalo reitera la misma sensación: “Solo los voluntarios sabemos la recompensa interna que supone hacer esto, es mucho mayor que el esfuerzo”.

Laura Pereira empezó como voluntaria en 2007 y, después de varios años con poco tiempo, volvió por el COVID. “Estuve en el proyecto de atención al público. Hay mucha gente que acude a la Cruz Roja, hay mucho que ayudar”.

Desde los 18 años, animada por su madre que también era voluntaria, colabora Irene Otero con la organización. Ahora lo hace desde el colegio en el que trabaja, el SEK Atlántico, y durante la pandemia se encargó especialmente del seguimiento telefónico a personas vulnerables. “Como no podíamos hacer nada presencial, hicimos acompañamientos a gente mayor. Es muy importante porque se veían solos y estaban preocupados y con miedo. Esta pandemia ha sido muy dura para todos, pero creo que la tercera edad necesitaba especial atención”, comenta mientras destaca que lo que más le gusta de la Cruz Roja “es la formación que ofrece. Te explican qué vas a hacer y por qué, y es otra motivación”.

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