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La temporalidad en el área sanitaria de Pontevedra afecta a 4 de cada 10 trabajadores

La temporalidad en el área sanitaria de Pontevedra afecta a 4 de cada 10 trabajadores

Álvaro Rodríguez trabaja con críticos de COVID en Baleares. | // FDV

Sara Carrizo es matrona en el Hospital de Salamanca. | // FDV

En el 2020 el personal sanitario inició la lucha contra la pandemia del coronavirus, dejando a un lado una vieja batalla: el alto índice de temporalidad del Sergas que para el área sanitaria de Pontevedra y O Salnés significa que casi cuatro de cada diez trabajadores, convertidos en héroes nacionales tras el COVID y premiados en el 2021 por el Concello, se enfrentan al virus sin disponer de plaza fija. Según el último informe de fiscalización del Consello de Contas, que recoge las relaciones contractuales de los profesionales del Servizo Galego de Saúde correspondientes al 2018, tan solo un 62,47% de los trabajadores son propietarios de su plaza; el resto, un 37,43% de media diaria, lo son bajo un contrato de interinidad, eventualidad o de sustitución.

Si se atiende a la especialización, el informe, donde se indica un aumento a nivel gallego de este tipo de contratos frente a una caída del personal propietario, el porcentaje empeora. Mientras que en atención primaria la temporalidad se sitúa en un 29,97% en Pontevedra, en atención especializada lo hace diez puntos por encima: un 39, 52%. Uno de los sectores de la sanidad que más sufre esta falta de estabilidad laboral es la enfermería. Precisamente, desde la Escuela de Enfermería de Pontevedra, su director Miguel Ángel Piñón reconocía a FARO al término del 2020 que la contratación continúa siendo “vejatoria”. Ahora, en un momento en que las enfermería vuelve a mostrar ser indispensable con la campaña de vacunación contra el COVID-19, las que emigraron de Pontevedra a otras comunidades autónomas a causa de la temporalidad le ponen voz a la eventualidad.

“Este tipo de contratos existen en otros sitios, pero en el Sergas es el pan de cada día”, explica Sara Carrizo desde Salamanca, en donde trabaja como matrona desde el pasado verano. Allí, cuenta, decidió marcharse en cuanto pudo escoger una especialidad, porque “quería conocer otro tipo de dinámicas de contratación”. Su relación contractual con el Sergas no llega a sumar tres meses desde que se graduó, pero sí lo superan en número los contratos firmados y servicios por los que pasó. “En las mismas navidades trabajé en Ginecología, Oncología, Lactantes, Pediatría, Hematología, Vascular y Medicina Interna. Llegué a saber, como mucho, tres turnos consecutivos”, ilustra.

“Me vi recién graduada en turnos que necesitan enfermeros especialistas, yo no había puesto una quimioterapia en mi vida”, lamenta sobre lo que significa la precariedad en la calidad asistencial. Terminada su propia especialización como matrona, iniciada ya la crisis del coronavirus, volvió a darle una oportunidad al Sergas, pero mientras que aquí le ofrecían “contratos de quince en quince días”, en Salamanca puede renovarlos “cada seis meses”.

“Si tuviese que escoger entre trabajar durante la pandemia aquí o allí, escogería aquí”, asegura desde Baleares Álvaro Rodríguez. Natural de Vilaboa, este enfermero lleva toda la crisis sanitaria trabajando con enfermos críticos de coronavirus en la UCI de San Espases, en Palma, a donde llegó hace dos años y medio motivado por su hermano, también enfermero. “En Pontevedra él hizo una vida laboral de 28 páginas con una temporalidad muy alta: contratos de un día, incluso de media jornada, en una lista que exige disponibilidad al 100%. Te llaman a las tres de la tarde para estar a las tres de la tarde y para cualquier planta del área, desde la UCI a Caldas de Reis”, recuerda el sanitario.

Tras pasar por Neurología y Extracción del Hospital Provincial, Álvaro Rodríguez puso rumbo a Palma de Mallorca. “Me fui por las bajas expectativas laborales que me ofertaba Sanidade en Pontevedra. Aquí llevo dos años seguidos trabajando en la pública, en el mismo servicio y con contratos de seis meses. Es impensable en Galicia”.

Desde la UCI en la que trabaja, este enfermero denuncia lo que supone no poder optar a un puesto estable en la sanidad: “estar en un servicio médico distinto cada día conlleva una carga de estrés muy grande, mayor a la inherente al trabajo”. También en Palma, pero en el servicio de Traumatología de Son Espases, Claudia Balseiros insiste en el mismo problema, con el paciente como mayor perjudicado. “No somos máquinas, los enfermeros no servimos para todo y no pueden usarnos como si fuéramos un ganado”, asegura aunque en donde pone el acento es en el derecho a la conciliación.

“No es normal que en Galicia no puedas sacarte una plaza hasta que tengas once años trabajados y que el personal se pase media vida esperando a tener un sitio fijo para plantearse tener hijos. O una conciliación laboral decente, ya no para tener hijos, si no tu propia vida y organizarte”. Con el contrato que tiene en el hospital mallorquín, Balseiros e capaz de disponer de tiempo para poder estudiar el máster que cursa.“Aquí te respetan como si fueses un empleado fijo, puedo compatibilizar mi jornada con los estudios”, algo que en su experiencia, cree que sería impensable trabajando en el CHOP.

“Empecé a trabajar en el Sergas cuando me gradué, en el 2017, y cuando me llamaban era a días sueltos. Estuve un mes cubriendo a dos enfermeros diferentes en el centro de salud Virxe da Peregrina. Otro día me llamaron media jornada para el de Vilagarcía de Arousa. Me salió más caro el viaje con la gasolina que lo que cobré ese día trabajando, pero no puedes decir que no”, recuerda la enfermera que, junto a sus dos compañeros emigrados, solo se plantea volver a Galicia, como poco, con una plaza de interinidad.

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