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Pontevedra se sube a la báscula

El miedo al Covid-19 reactiva la preocupación por una alimentación saludable y, tras los excesos del anterior confinamiento, aumenta la demanda de nutricionistas

Monse Torres supervisa el peso de una paciente en su clínica de Pontevedra. | // RAFA VÁZQUEZ

A finales del mes de abril, en pleno estado de alarma, la comunidad médica empezó a alertar del riesgo de padecer obesidad y de contagiarse por Covid-19. Mientras en los supermercados se disparaban las ventas de cervezas y harinas para no renunciar a las cañas ni a la repostería durante la cuarentena, en el CHOP confirmaban que un hombre con obesidad es el perfil que mayor riesgo tiene de fallecer por coronavirus.

Según recoge un estudio realizado por la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), prácticamente la mitad de la población en España sufrió un aumento de peso durante el tiempo que duró el confinamiento domiciliario. El 44,3% de los encuestados en verano reconoció haber ganado entre uno y tres quilos como resultado del descenso de la actividad física y del aumento en el consumo de productos ultraprocesados. En el caso de Pontevedra, las básculas de las clínicas de nutrición dan la razón a los datos.

En la ciudad, a la segunda oleada del coronavirus parece haberse llegado con más peso pero con la lección aprendida. Así lo constata Monse Torres desde su consulta: “lo que veo es que debido al Covid-19 hay una mayor conciencia para mejorar la alimentación, ya no por la estética, sino porque los pacientes asimilan que una buena alimentación conlleva un buen sistema inmunitario y eso es un protector frente a enfermedades respiratorias como el coronavirus”. En el verano, esta nutricionista asegura que el aumento de pacientes que llegaron a su clínica tras haber aumentado su peso durante el confinamiento le hizo imposible “coger vacaciones” ya que pasó consulta “constantemente”.

Entonces, explica, fueron dos los perfiles más habituales: “personas con sobrepeso leve que ganaron una media de tres o cuatro quilos” y pacientes con obesidad grave, que llegaron habiendo ganado “mucho más, trece o catorce”.

Desde el centro que Dieta Coherente tiene en Pontevedra, Amil López coincide en que ambos perfiles incrementaron la agenda un 30% en comparación al año pasado. Detrás del aumento del interés en “cuidar la dieta”, explica que se esconden casos de “obesidad y otras patologías relacionadas, como la hipertensión o la diabetes” que suponen factores de riesgo para el Covid-19 y que hacen reactivar la conciencia de mantener una alimentación saludable.

“Antes, la mayoría nos decía que querían adelgazar, ahora un 20% dice que quiere mejorar sus hábitos alimentarios. Tras el coronavirus hay una alimentación mucho más consciente y eso nos hace pasar de una atención más paternalista a una en la que el paciente tiene una actitud más activa. Toman más responsabilidad en sus decisiones, desde el carrito de la compra a la organización de los menús”, señala.

Para Amil López es el resultado de “ir aprendiendo en una situación nueva” como es la pandemia en la que se ve que “comer es un tema emocional”. “Muchas veces el desánimo y la incertidumbre o los problemas económicos hacen que la comida sea un refugio. Después del primer confinamiento hubo gente a la que se le fue de las manos y ahora toman medidas”. Se trata de una visión que comparte Torres: “muchas personas usan la comida como recompensa emocional, lo que provocó y todavía provoca descuidos en la dieta”. Ambas nutricionistas inciden en que son los casos de trastornos alimentarios motivados por la ansiedad o la angustia los que preocupan de cara a un nuevo confinamiento. Frente a ello, insisten en la necesidad de alejar “dietas milagro” que pueden generar mayor estrés y, en su lugar, centrarse en crear hábitos saludables.

A quienes más le cuesta, según afirma Beatriz Lorenzo desde el Centro de Nutrición y Dietética de Pontevedra, es la gente mayor, “que suele ser la que tiene mayor peso y que por la edad ya le tiene miedo al Covid”. Su clave en esos casos es “pedir un poco más”. “A la gente mayor no le puede decir que camine una hora al día, pero sí que uno haga 10 minutos y al siguiente otros 15. Es cuestión de ir pidiendo más siempre”, concluye.

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