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Panaderías Campolongo echa el cierre tras 45 años de hornadas

Sus propietarios iniciarán en septiembre una nueva etapa con un nombre diferente. La marca que ahora desaparece fue fundada en 1975 por Ramón Crespo Figueroa

A los fieles clientes de las Panaderías Campolongo se les hizo un nudo en el estómago estos días al ver el cartel que cuelga de su ventanal, anunciando el cierre del último de los ocho despachos de esta empresa familiar, en la calle Riestra. Con él se pone fin a una histórica y próspera etapa de la marca iniciada en 1975 por Ramón Crespo Figueroa, fallecido en 2007.

"Sin vosotros, llegar hasta aquí habría sido imposible. Muchísimas gracias por habernos acompañado durante tantos años", agradecen Margarita Crespo, hija del fundador, y Marcelino Filgueira, matrimonio y propietarios de esta última panadería, ya con la reja echada.

Sin embargo, tal y como recalca Filgueira, se trata de "un punto y seguido", ya que "la familia Campolongo emprende nuevos proyectos". En septiembre este negocio, la panadería número 3, reabrirá con otro nombre y como un proyecto ilusionante que pretende conservar a todos aquellos clientes que ya eran habituales de su mostrador, así como ganar otros nuevos. "Nos encantaría que siguieseis acompañándonos", reconocen en esta nota en su ventana.

Tal y como avanza a FARO, en esta nueva etapa intentarán dar más espacio a la zona de cafetería, aprovechando que el local se encuentra en un área muy céntrica y con numerosas oficinas. Seguirán, por supuesto, con el pan y la pastelería, "pero optimizaremos el espacio". La idea es modernizar el negocio, de ahí tanto el cambio de nombre como la nueva imagen física.

De esta forma se pone fin a un pedacito de historia del sector en Pontevedra, ya que las Panaderías Campolongo llegaron a tener en funcionamiento a la vez ocho despachos en la ciudad, uno de ellos en Marín.

No es el primer cierre que tiene lugar este año de una histórica cadena panadera pontevedresa, ya que el pasado mes de febrero desaparecían las Panaderías Del Río, que habían nacido también en la década de los setenta en Poio y se habían expandido a la Boa Vila. Contaban con tres establecimientos.

El inicio, en Blanco Amor

El primero de los despachos de Panaderías Campolongo abrió sus puertas en la calle Blanco Amor, en el barrio que daría nombre a la cadena. Allí se ubicaba el horno primigenio.

A partir de entonces, el negocio iniciado por Ramón Crespo Figueroa solo podía ir a más, dado el éxito de sus artículos. Tras ese llegaron los siguientes despachos: el número 2 en la Estación de Autobuses, el 3 en la calle Riestra (curiosamente, el último en cerrar), el 4 en San Antoniño, el 5 en la calle Calvo Sotelo en Marín, el 6 en Joaquín Costa, el 7 en la calle María Victoria Moreno (antigua Fernández Ladreda) y el 8 en Peregrina. Fue la número 7 una de las más importantes por contar con una amplia cafetería y bocatería.

Tras el fallecimiento del fundador en 2007, con tan solo 61 años, su familia se quedó con el negocio. Fue Margarita Crespo la única de los tres hijos que conservó hasta el día de hoy el nombre de la cadena creada por su padre.

Ahora, en este último despacho ya solo trabajaban su marido y una empleada, una cifra que contrasta con las decenas de trabajadores que llegaron a tener las ocho Panaderías Campolongo en su conjunto.

"En unas semanas reabriremos con otro nombre. Queremos decirle a los clientes de siempre y a los futuros que esto es un punto y seguido, que no es el final", dice optimista Marcelino Filgueira, haciendo gala de un sentimiento y actitud que, precisamente, son los que más falta hacen en estos tiempos.

Y está claro que suerte no les faltará, visto el interés que muestran todos aquellos que pasan por delante del local y leen asombradas la nota de "hasta pronto" que han colgado sus dueños.

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