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La tertulia que vetó a Filgueira

El profesor Filgueira fue una de las personas mejor informadas de Pontevedra -por no decir la qué más- durante bastante tiempo; tal resultó su pasión por conocer de primera mano que ocurría y, sobre todo, que se cocía hasta en el lugar más recóndito. A su conocido don de la ubicuidad, que cultivó con mucho ahínco, sumó el arte del fisgoneo aquí y allá, por el que sintió auténtica pasión "en una ciudad -insistió- donde nos conocíamos todos".

Este rasgo singular se pone de manifiesto en la reveladora correspondencia que mantuvo durante cuarenta años con Sánchez Cantón, agrupada en una impagable Cartolatría editada por el Museo Provincial. A aquél le encantaba dar a éste las buenas nuevas y las no tan buenas.

Una de las pocas cosas que escapó al conocimiento, por no decir al control de Filgueira, fue la célebre tertulia de La Niña Bonita que iniciaron Carlos Caba, Agustín Portela, Celso E. Ferreiro, Iglesias Alvariño, Pérez Pontón y algún otro, desde finales de los años 40. No ocurrió tanto que estos personajes inolvidables se llevaran mal con Filgueira, sino que consideraron bastante incómodo aquel interés suyo por estar en todas partes, y se juramentaron para cerrar filas y bloquear su entrada en aquel peculiar ateneo. A fe que lo lograron, porque Filgueira, que tuvo tertulia a dos pasos en el Liceo Casino, más distinguida pero no más ilustrada, nunca se atrevió a poner un pie motu propio en aquel digno tugurio.

Cuanto más herméticos se mostraban los tertulianos de La Niña Bonita, más interés mostraba Filgueira por saber de qué hablaban o qué tramaban entre taza y taza de Pinarejo. Tan grande fue su toma y daca, que se convirtió en asunto de chanza general, y todavía se recuerda hoy con una sonrisa nostálgica entre algunos pontevedreses de edad avanzada.

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