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El meollo

El mobiliario deteriorado

El mobiliario deteriorado

El Meollo de la cuestión está en saber si gobierno y oposición del Ayuntamiento de Pontevedra sufren de un atolondramiento preocupante o acaso comparten una taciturna dejadez, frente al lamentable estado general que arrastran los centenares de bancos de madera en parques y jardines, y plazas y calles de esta ciudad.

En síntesis, puede afirmarse sin caer en ninguna exageración que no hay un solo banco presentable. Todos reclaman una mano reparadora como mínimo, y algunos necesitan algo más. El grado de deterioro resulta directamente proporcional a su antigüedad y a su exposición a la lluvia y el sol.

No acuso una huelga de brazos caídos en la limpieza y cuidado del mobiliario urbano en estos tres meses de confinamiento forzado. Pero sí afirmo que no todas las actuaciones resultaron afortunadas en su carácter selectivo y, sobre todo, sí mantengo que no fueron suficientes en cualquier caso.

Yo he visto, por ejemplo, como una brigadilla de dos operarios y un coche grúa, limpiaban los semáforos de la avenida del Uruguay y arrancaban la publicidad impregnada en sus columnas. Sin embargo, no he observado la realización de una sola tarea de mantenimiento en los bancos de madera de La Herrería, Las Palmeras o de la plaza de Galicia. Una labor que ya tocaba y que debió acometerse en esos días, con coronavirus o sin él, para estar ahora en perfecto estado de uso, por supuesto que desinfección incluida.

Un buen estropicio presentan el medio centenar de bancos distribuidos por la recoleta plaza de Galicia, casi un oasis en pleno centro urbano. Causan pena a la vista y espantan a su clientela más habitual. Al deterioro de la madera se une la suciedad acumulada por las cacas de gaviotas, y solo algún que otro atrevido descansa allí sus posaderas en estos días.

En Pontevedra de aquella, como evocaba el cronista Rafael Landín a la ciudad de su juventud, cada vez que un concejal tenía conocimiento de una deficiencia o una anomalía en el casco urbano, bien presentaba una moción o bien formulaba un ruego al final del pleno municipal. Y siempre, o casi siempre, el alcalde se comprometía a remediar el asunto. Al menos, de palabra. Ahora, si algún vecino conoce un sistema eficaz para que el equipo de gobierno de Lores atienda una demanda tan razonada como ésta, que levante la mano o incluso que patente el procedimiento por el bien general.

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