La directora de la Misión Biológica de Galicia, Elena Cartea, llegó a las instalaciones de Salcedo en la década de los 90. Una beca mientras estudiaba Biología la llevó a iniciar sus primeras investigaciones en la Misión. De aquella época recuerda una importante presencia femenina entre la plantilla que se encargaba de los trabajos de campo.

Sin embargo, era ya residual con respecto al número de jornaleras y trabajadoras que a mediados del pasado siglo desarrollaban su jornada laboral en la Misión Biológica, en una época en la que la incorporación de la mujer al mercado laboral no estaba normalizada.

De la presencia femenina en la plantilla da fe la numerosa documentación gráfica que obra en poder del archivo de la Misión Biológica y que constatan que todos los trabajos de sembrado, recogida, pesaje y demás eran realizados por manos femeninas, eso sí, supervisadas siempre por un capataz varón.

La Misión fue el principal centro empleador femenino de las parroquias cercanas. Salcedo, Tomeza y zonas de Figueirido aportaron mucha mano de obra femenina. "Tenemos todavía un capataz que es hijo de una mujer que pasó toda su vida laboral aquí. Venían desde esas aldeas cercanas caminando, de noche, por unos senderos casi intransitables", relata Cartea.

Aquella plantilla femenina fue sustituida por empresas de servicios específicos que son contratadas coincidiendo con los picos de cada cultivo. Y es que la mecanización jugó en contra de los obreros y tras jubilarse los trabajadores sus plazas ya no se amortizaron. Lo mismo ocurrió hace una década, con la crisis.

De una plantilla de 80 personas solo 13 tienen estabilidad laboral, una cuestión que pesa en los avances de las investigaciones en curso.