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Rafael Quintía: "A Moura es el mito más importante de la cultura tradicional gallega"

"Es una antigua deidad relacionada con la vida, el destino, un ser civilizador y creador de cultura"

El antropólogo Rafael Quintía. // Gustavo Santos

Con dos estudios sobre otros tantos mitos profundamente enraizados en la cultura gallega y que de hecho la explican parcialmente, A Moura y Santa Mariña, Rafael Quintía se ha hecho merecedor del Premio Vicente Risco de Ciencias Sociais y del Ramón Piñeiro de Ensaio.

-¿Qué representa el mito de A Moura?

-Hay que referirse a ella como A Moura, no traducido como "La Mora" porque son cosas totalmente diferentes, y hablamos del mito más importante de la cultura tradicional gallega; representa la reminiscencia que queda en el folclore de una antigua deidad relacionada con la vida, el destino, es un ser civilizador, creador de cultura, paisaje, al que se le atribuye el origen de monumentos prehistóricos y que entronca con figuras similares en muchos esquemas míticos del mundo, por eso es un auténtico mitema.

-¿Podemos establecer su origen?

-Es muy difícil, no se puede establecer en qué momento se crea un mito, lo que sí sabemos es que realmente las sociedades agrarias tenían como base de subsistencia la agricultura y por lo tanto eran vulnerables a los cambios de tiempo y a muchos aspectos meteorológicos, por eso a todos esos seres femeninos se les atribuyen esas virtudes de fertilidad, de gestionar el tiempo meteorológico.

-¿A Moura se presenta siempre con la misma imagen?

-No, se puede presentar de distintas formas, como una joven sensual y espectacular, como una señora o como una anciana, la llamada A Vella, que es la que da nombre al Arco da Vella, al arcoiris. Es la que crea las nevadas, la que genera el calor, todos esos elementos de la naturaleza se le atribuyen a este ser. También se le atribuye la construcción de determinados paisajes como el pedregal de Irimia, que es el nacimiento del río Miño. Son deidades que existen en gran parte de los esquemas mitológicos y las grandes creadoras y civilizadoras.

-¿Cómo pervivió el mito a través del tiempo?

-A través de la tradición oral, todo el patrimonio inmaterial gallego, sobre todo la mitología, las leyendas y creencias, se transmitió de forma oral de generación en generación, nuestra literatura oral. Y así se ha venido perpetuando a lo largo de los siglos. Con sus variaciones es un mito que existe en todo el territorio gallego, las leyendas son similares aunque las geografías vayan variando y las parroquias también, pero los aspectos simbólicos siempre son los mismos y se han trasmitido así hasta estas últimas décadas en las que se ha roto esa cadena de transmisión oral, a la gente joven no le interesan esos temas, la gente mayor ha dejado de contarlos, con lo cual estamos en un absoluto peligro de pérdida de todo este patrimonio, precisamente por desconocimiento y porque se ha roto esa cadena de transmisión oral de nuestra cultura.

-Otra deidad que ha pervivido, aún con otra forma, es Santa Mariña, a la que dedicó uno de sus trabajos premiados

-Si, es una santa que ha utilizado el cristianismo en su proceso de cristianización de Galicia para absorber, transformar y catalizar determinadas creencias y deidades galaicas o galaico-romanas. Para ese proceso necesitó echar mano de esos santos a fin de asimilarlos a determinadas deidades. Santa Mariña está relacionada con las aguas, con las cimas de las montañas, y posibilitó cristianizar algunas de las deidades galaicas asociadas a las virtudes de las aguas o de las montañas, es el caso de Navia, una diosa galaica que además da nombre a un río. También se hizo esa transformación con los lugares de culto, en el caso de Santa Mariña se adaptó a nuestro territorio y se creó toda una historia mítica asociada a la santa y escrita sobre nuestro territorio: donde nació, vivió, fue enterrada, es una santa puramente gallega, aunque tiene muchas características comunes con otras como Santa Margarita.

-La cultura galaica es en origen profundamente animista ¿sigue conservando ese espíritu?

-Sin duda era profundamente animista, todas las culturas inicialmente tenían una concepción animista de la naturaleza, de todas esas fuerzas que no sabían su origen, ni quién regía el tiempo o quién la naturaleza, pero dado que dependían de ella la tendencia humana es a dotarlas de vida, de ánima, a considerarlas animadas, independientemente de otros seres o criaturas que tenían esa capacidad. Y eso efectivamente continúa vivo en algunos aspectos a través de un proceso de sincretismo religioso, tenemos el cristianismo pero aún perdura esa idea de que realmente las aguas tienen ciertas virtudes, o en ellas habitan determinadas energías que permitan que sean curativas, también en los bosques, los árboles o las rocas, esa concepción panteísta de la naturaleza y animista aún sobrevive en muchos aspectos en nosotros, muchas veces camuflada o convertida en viejas creencias, o disfrazadas de cristianismo: vamos a la capilla pero seguimos yendo a esa fuente milagrosa, a ese carballo curativo o a esa roca tranquilizadora.

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