A mediados del siglo XVI el pontevedrés Pedro Sarmiento de Gamboa cumplía 25 años y ya había atravesado el Atlántico. México, Guatemala, las Islas Salomón (participó en la primera expedición que las descubrió) o Perú fueron algunos de sus destinos en los años siguientes, en los que no faltaron problemas con la Inquisición. Era un destacado experto en ciencias como la astronomía, cosmógrafo, avezado navegante y poseedor de una basta cultura, de ahí que su nombre figure por derecho propio en el monumento con el que Pontevedra rinde homenaje a los pioneros de la navegación.

Ubicado en los jardines de Las Palmeras, el monumento fue inaugurado el 12 de octubre de 1959. Con vistas a la ría figura la inscripción "Los hombres de estas rías que hallaron gloria por los caminos del mar" y en la parte posterior los nombres de los navegantes escritos en letras de bronce: Paio Gómez Charino, Alvar Paez de Sotomayor, Alfonso Jofre de Tenorio, Juan da Nova, Pedro Sarmiento de Gamboa, Gonzalo de Vigo, Bartolomé y Gonzalo de Nodal, Juan de Matos, Enrique McDonell de Conde, José Gago de Mendoza y Casto Méndez Núñez.

El historiador Juan Juega explica que el polígrafo Xosé Filgueira Valverde "era en esos momentos y hasta 1969 simultáneamente director del Museo y alcalde y lo que hace es compatibilizar ambos mundos, por ejemplo realizando depósitos como el del ancla del monumento para que puedan ser utilizados en espacios urbanos".

El ancla procedía de los galeones hundidos en la batalla de Rande de 1702 y de hecho existe una fotografía en donde se ve el hierro depositado en las Ruinas de Santo Domingo, sede inicialmente de la Sociedad Arqueológica y posteriormente dependiente del Museo.

También procedía de los galeones hundidos en Rande la gran cadena que la completaba y ambas redondeaban el conjunto de sillares y granito.

Se desconoce (aunque algunas fuentes apuntan a Agustín Portela) el autor del diseño, puramente arquitectónico: un muro de sillares de granito que en el ángulo superior izquierdo incluye el relieve de una carabela.

Bajo él, un vano en donde figuraba originalmente el mapa de Juan de la Cosa y al lado del monumento el ancla exenta con su cadena.

El mismo relieve de la Carabela que figura en el monumento, sin apenas variaciones, aparece también en un monolito en Baiona y en el pedestal de la estatua de Colón.

Los pontevedreses todavía recuerdan la gran cadena que completaba este monumento de cantería en forma de pórtico, pero ya en 1996, cuando María de las Mercedes Gallego Esperanza publica "La escultura pública en Pontevedra", ese elemento ni se cita en la descripción del conjunto.

Tampoco la carta náutica, suplantada en la actualidad por unos navíos y un sol de escaso gusto.

No tuvieron mejor suerte las letras. Juan Juega señala que "con buen gusto, Filgueira Valverde optó por realizar una composición con cantería y un ancla exenta, un memorial mirando al mar para el que utilizó una letra intemporal".

En el momento en que Mercedes Gallego Esperanza publica su estudio sobre la escultura pública solo incluye cinco de los nombres de los navegantes y añade que "siguen cinco nombres ilegibles por el deterioro".

La realidad es que el monumento incluía inicialmente dos hileras de nombres escritos en bronce, una de las cuales desapareció. Posteriormente se reescribió, empleando para ello la letra monacal gallega. Y los gamberros y sus pintadas han acabado por redondear el destrozo.

Con todo, el peor desastre vendría de la mano de la especulación y en apenas dos décadas el monumento dejó de ver la ría, cegadas las vistas por el cemento; toda una metáfora de la ciudad que perdía el mar.