La ocupación del inmueble de la Jefatura Provincial del Movimiento por la Delegación Xeral de la Xunta de Galicia en el número 47 de la calle Benito Corbal fue todo un guiño de complicidad en nuestra historia más reciente. Ocurrió hace 25 años y el simbolismo inocente de aquel gesto llama un poco más la atención con el paso del tiempo, que también ha pasado factura a aquellas vetustas instalaciones.

Entre una y otra acogida, del pilar del franquismo por excelencia a la institución representativa del poder autonómico, el potente edificio pasó también por su particular transición democrática. Allí estuvo a finales de los años 70 la delegación provincial del Ministerio de Cultura en tiempos de Pío Cabanillas Gallas y su hombre de confianza, Manuel Crespo Alfaya.

Del edificio original de la Jefatura Provincial del Movimiento no queda más que una lejana y nebulosa imagen en el recuerdo colectivo. El propio Crespo Alfaya había acometido su primer lavado de cara en los albores del camino hacía la democracia. De paso, aquella limpia había afectado también a la copiosa documentación sobre la Falange y el Movimiento que estaba almacenada en sus bajos y que fue trasladada al Archivo Histórico Provincial, bajo la supervisión de su director, Pedro López. Aquella documentación ya estaba muy incompleta entonces tras sufrir varios expurgos incontrolados de manos anónimas. De ahí la decepción sufrida recientemente por algunos historiadores locales.

Entonces Crespo Alfaya convenció a Pío Cabanillas para transformar la antigua sede de la Jefatura Provincial del Movimiento en un gran centro cultural, cuando Pontevedra sufría una importante carencia de instalaciones adecuadas. El proyecto diseñado hacía compatible las dependencias administrativas del Ministerio de Cultura, con otras instalaciones propiamente culturales. Todo se concentraba y repartía entre sus seis plantas: desde salas de actos a locales para exposiciones, pasando por un taller-estudio de expresión plástica y artística, y hasta una magnífica fonoteca. La intención era buena, pero el proyecto no salió bien.

Creo que fui uno de los pocos pontevedreses que por invitación directa de Crespo Alfaya conocí la fonoteca ubicada en la sexta planta, que estaba dotada de los medios más avanzados. Aquella fonoteca nunca llegó a abrirse al público y aquel proyecto de Cabanillas-Alfaya, el binomio político más influyente de su tiempo, se desmoronó solo cuando abandonaron el Ministerio de Cultura y llegaron sus sucesores no pontevedreses, naturalmente.

Hace exactamente 25 años, el remodelado inmueble del número 47 de la calle Benito Corbal se estrenaba a bombo y platillo como principal referencia en nuestra ciudad del emergente poder autonómico que emanaba de la capital compostelana. Xosé Luís Barreiro quizá recuerde algunos detalles de aquella inauguración del nuevo edificio de la Delegación Xeral de la Xunta en Pontevedra en la mañana del lunes, 30 de junio de 1986. Barreiro era entonces vicepresidente del gobierno gallego y tenía a su cargo la dotación de locales e inmuebles para la administración periférica que estaba todavía en fase de incipiente estructuración.

La constructora Odein acometió en un año escaso y con un presupuesto de 94,5 millones de pesetas (que era una cantidad más que razonable) una remodelación completa e integral, tanto interior como exterior. El lúgubre inmueble que había albergado la Jefatura Provincial del Movimiento quedó totalmente desdibujado para todos los camaradas que por allí había pasado y que allí se habían dejado sus mejores años.

La inauguración oficial de la Delegación Xeral de la Xunta en Pontevedra se llevó a cabo sin que las obras estuvieran terminadas y con una distribución provisional. Cultura en la 1ª planta. Turismo en la 2ª. Presidencia en la 3ª. Y Agricultura desde la 4ª a la 8ª plantas, con sus numerosas jefaturas provinciales, desde Producción Agropecuaria e Industrialización y Comercialización Agroalimentaria, hasta Extensión Agraria, Producción Forestal y un largo etcétera.

Así se presentó la estructura funcionarial el día de su inauguración oficial pero, finalmente, el edificio no abrió sus puertas al público hasta el 20 de octubre de 1986. Durante los cuatro meses transcurridos se cambió el reparto anunciado en las tres primeras plantas, dado que la representación institucional pasó en la primera planta y mitad de la tercera, dejando el resto para Cultura y Bienestar Social.

Aquellas instalaciones se quedaron pequeñas y se vieron desbordadas por una administración gallega en pleno despegue. Joaquín Queizán, como delegado de Presidencia, fue siempre su principal referencia. Y tras la entrada en funcionamiento del nuevo edificio de la Xunta en Campolongo, la suerte última de la desaparecida Jefatura Provincial de Movimiento está ahora mismo en manos del conselleiro pontevedrés Alfonso Rueda. Pero su destino parece abocado a una recalificación urbanística pura y dura para construir sobre sus ruinas un bloque de viviendas caras, con permiso de Cesáreo Mosquera y su PXOM.